jueves, 23 de diciembre de 2010

felices fiestas a todos

Ahora que comienzan las fiestas de navidad, quiero desear a todo el mundo desde esta casa virtual, que es la de ustedes,  las mejores fiestas que puedan imaginar disfrutando de la familia, amigos, vecinos, y del paréntesis que suponen para la vida cotidiana, gozando de todo, todos y de nosotros mismos para iniciar el nuevo año con energía e ilusión, en un renacimiento físico y espiritual que se renueva todos los años.
Deséo tambien agradecer y felicitar especialmente a aquellos  que me han honrado con su presencia en este blog como seguidores: D. NEOCATECUMENALIA, D. GULLIVER, D. ALFREDO GARCÍA FRANCÉS, D. NICONTIGONISINTI, DÑA NIKITA Y DÑA CARMEN QUIRÓS.  También a los seguidores ocasionales que se han pasado por estas latitudes, procedentes de muchas partes del mundo:
 ESPAÑA
MÉXICO
ARGENTINA
CHILE
ESTADOS UNIDOS
PERÚ
RUSIA
VIETNAM
MALASIA
PAÍSES BAJOS
VENEZUELA
COLOMBIA
ECUADOR
CABO VERDE
ALEMANIA
FRANCIA
EMIRATOS ÁRABES
A todos ustedes muchas gracias por su atención y que el año entrante sea mejor aún para todos.
¡FELICES FIESTAS!

miércoles, 8 de diciembre de 2010

EL PUENTE.

El puente, y de puente a puente me tiro a la corriente...
 Hermoso puente ya invernal pero efímero en el frío, con una nieve evanescente en el tejado y en los paisajes, que desaparece-y nunca mejor dicho-de la noche de llegada a la amanecida tras una lluvia copiosa y una subida térmica colosal. La pocilguina era una cámara frigorífica que hubo de templarse a base de hacha y fuego hasta la desaparición del fantasma de tu respiración. Paseos por el campo, por los montes y por el pueblo, que se resiste a cambiar, y vientos que te azotan de cuando en cuando obligándote a frotarte los brazos. Nó, no había goteras ni signos de haberlas habido en todo este tiempo; suelos secos y camas secas, arañas tendidas en su tela y algún rastro de ratón por los muebles, leña de roble y castaño crepitando en el hogar de la cocina y la estufa, caldeando las cuatro paredes de piedra.
 Me acomodo en el banco rústico de madera de la casa de un vecino, ya ausente, y veo una bola peluda y negra que respira, bajo la luz de cesio de la farola, tapada por un cartón en la leñera, sin saber qué es. De repente, asoman unas orejas picudas y una cabeza redonda: Es un gato que sestea, uno de tantos gatos que habitan en el pueblo y se reproducen  de manera exponencial. Nos miramos, yo sigo mirando a Orión tumbado en el horizonte sin pretender interrumpir su descanso y él se levanta lentamente, silencioso y sin dejar de mirarme a los ojos, y se marcha. Me quedo un rato pensativo y me voy a cenar.

 Por la noche llueve y el repicar de las gotas de lluvia se oye en la calle y en el tejado, lejano. El viento sopla con ráfagas sobre las ventanas y las hace crujir, al igual que las hojas de los árboles, multicolores, que van cayendo y alfombrando los caminos que habré de pisar al día siguiente, escondiendo las piedras gastadas por el paso del tiempo y de los carros que por allí han rodado.
 El mismo paisaje de siempre transformado por las estaciones; el mismo paisanaje menguante  de todos los pueblos pequeños y apartados que sufren la pérdida incesante de sus habitantes, que van muriendo.
República gatuna, perruna y de otras especies animales que reclaman su territorio robado entre las ruinas actuales que una vez ha creado el hombre para vivir.
 ¡Adios casa, mi pocilguina, cuidate!

domingo, 21 de noviembre de 2010

LA MALDICIÓN DE LOS ATRIDAS (I)

Supuesta máscara funeraria de Agamenón, rey de Micenas (1600 A.C. Museo Arqueológico de Atenas).

Quizás una de las dinastías más interesantes de la mitología griega sea la de los Atridas, llamada así por ser su fundador Atreo, quien habría de transmitir una terrible maldición de sangre y venganza a sus descendientes que marcaría la historia de esa familia y también la historia de la Grecia antigua, dando pié a toda una literatura clásica que va desde Homero hasta los grandes dramaturgos de la antigüedad clásica: Esquilo, Eurípides y Sófocles, por no citar a los escritores romanos y a todos los que habrían de venir después, en distintos países y en diferentes épocas. Todo un universo de pasiones, grandezas y perversiones, que ha forjado nuestro legado cultural desde la noche de los tiempos hasta hoy día y que nos hace pensar en la naturaleza humana, capaz de las mayores grandezas y de las mayores ruindades. Un patrón que se repite a lo largo y ancho de nuestra historia… Como una maldición más arcaica que la de los Átridas.


Dice la mitología que Zeus creó a Tántalo a través de su unión con una humana, y que éste engendró a Pélope y a Niobe, siendo rey de Frigia. Tántalo quiso probar la infalibilidad de los dioses olímpicos invitándoles a un ágape en el que se servía un plato muy especial: El niño Pélope cocinado como un lechón. Los dioses se percataron de aquella monstruosidad y rechazaron la comida, salvo Demeter, que en su distracción comió un trozo de carne del niño correspondiente a su hombro derecho, acto que impidió reconstruir totalmente la anatomía del infante cuando los olímpicos, conmovidos, decidieron devolver la vida a Pélope y reconstruir su hombro con una prótesis de marfil. Esto no impidió que el niño creciera sano y hermoso a pesar de su mutilación.

Efectivamente: Pélope creció y se convirtió en uno de los príncipes más hermosos de su época hasta el punto de llamar la atención de Poseidón, que le raptó para llevárselo al Olimpo en calidad de copero para no ser menos que Zeus, que secuestró al príncipe Ganímedes por el mismo motivo y con el mismo fin; ambigüedad sexual de dioses y mortales tan presente en una cultura amante de la belleza, de la proporción, del canon perfecto, pero también de la belleza espiritual. En las ruinas de Olimpia, en el túnel de salida de los atletas, se puede ver grabado en las piedras un testimonio amoroso: un nombre (que no recuerdo) seguido del adjetivo KALOS (bello). Una cultura avanzada y también injusta, xenófoba por su desprecio al extranjero-el meteco-y usuaria de la esclavitud como liberación de las tareas más tediosas y rutinarias, que con su liberación creo la filosofía y la democracia. Pero volvamos a la historia.

Ganímedes y el águila (1817 Museo Thorvaidsen de Copenhague)
Instalado Pélope en el Olimpo en calidad de copero, que debía servir la ambrosía a los dioses, su padre quiso adquirir la inmortalidad de los divinos probando el elixir de los dioses y presionó a su hijo para distraer una copa; pero la cantina olímpica estaba bien vigilada y la distracción fue advertida a tiempo. Pélope fue expulsado de las mansiones de Hefesto, y Tántalo castigado terriblemente en el Tártaro por toda la eternidad: Un vergel de ríos cristalinos y árboles frutales que no saciarían sus necesidades porque, cuando el condenado se acercaba al río y a la fruta, éstos reaccionaban secándose y elevando sus ramas para hacer imposibles sus propósitos.

Pélope, desterrado de su reino y liberado de su padre, siguió su camino vital hasta llegar a Grecia y en Elide conoció a Hipodamía, hija del rey Enómao, de la cual se enamoró siendo correspondido por ella. Un oráculo advertía al rey que de que moriría a manos de su yerno y por eso retaba a todos los pretendientes de su hija a una carrera de carros para obtener su mano. Enómao, hijo de Ares, disponía de unos magníficos caballos heredados de su padre, con los que había vencido a los jóvenes pretendientes de su hija hasta el momento, salvándose de la profecía del oráculo. Pélope recogió el guante arrojado por su futuro suegro y accedió a la competición, logrando la victoria con ayuda de su amante, que convenció al auriga Mírtilo para que trucara el carro de su padre sustituyendo los pernos de las ruedas por clavos de cera, muriendo Enómao en la competición. La profecía se había cumplido y Pélope tomó por esposa a Hipodamía.


Pélope e Hipodamía en el carro.
Pélope e Hipodamía tuvieron dos gemelos (Atreo y Tiestes), Alcátoo (el padre de Ayax), Piteo (abuelo de Teseo, del que ya se habló en este blog) y Astidamía. También tuvo un desliz con una ninfa, del cual nació Crísipo, encendiendo el odio de Hipodamía que lo transmitió a sus hijos gemelos hasta el punto de urdir un plan para matar al bastardo, cosa que impidió Pélope y dio origen a la maldición de los Átridas, formulada por Pélope contra sus hijos gemelos, y al destierro de sus hijos y su mujer.

El recuerdo de Pélope está presente en la actual Grecia dando nombre a la península del Peloponeso (Peloponisos: la isla de Pélope).


    Una vez expulsados los gemelos Atreo y Tiestes, junto a su madre, Hipodamía, se refugiaron en Argos, donde el yerno de Pélope, Esténelo, les confió el cuidado de la ciudad. Atreo se casó con Aérope ( nieta de Minos, el rey de Creta, personaje ya tratado en este blog) y tuvo dos hijos: Agamenón y Menelao. Un cordero de su rebaño crió un vellón de oro y Atreo lo escondió para no ofrecérselo a la diosa Ártemis (la Diana de la mitología romana), guardando el vellón en un arca. Su esposa, Aérope, se había dejado seducir por su cuñado, Tiestes, y le regaló la piel de oro a su amante, cosa que descubriría con el tiempo Atreo cuando ya era rey de Argos y Micenas.
 Atreo llamó a su hermano para invitarle a un banquete en su honor. En este caso la comida era más de lo mismo: antropofagia a costa de los hijos de Tiestes, siguiendo la tradición familiar iniciada por su abuelo Tántalo. Después de tan macabra comida Atreo le reveló a su hermano la receta de tan sabroso ágape, arrojó al mar a su esposa adúltera y expulsó de sus reinos a su hermano, alimentado con las carnes de sus propios hijos.
 La crueldad humana y el odio no tienen épocas ni fronteras, tampoco sirven para contenerlas los lazos familiares, tan característicos de nuestra cultura mediterranea que incluye una dieta variada y equilibrada, recientemente elevada a la categoría de PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD. Supongo que esa distinción patrimonial no incluye esos gustos culinarios que aquí se reseñan, aunque la decadencia que nos invade es capaz de cualquier cosa, incluso el canibalismo como experiencia nueva, que ya se ha dado en nuestra avanzada sociedad.
 Una maldición encarnada en los Atridas, de la que seguiremos hablando.





viernes, 12 de noviembre de 2010

SEXO, OBSESIÓN, PASIÓN Y SESO.

Érase un hombre a una nariz pegado.
Érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escríba,
érase un pez espada muy barbado...
 Así comienza el soneto de Quevedo a una nariz, y así podría comenzar un dicho popular que asegura la posesión de un gran pene debajo de una soberbia nariz; una tontería.
 El sexo es el instinto más contundente e irrefrenable del ser humano, tanto hombre como mujer, y el que mueve la voluntad de las personas hasta el extremo de su perdición o de su felicidad, aún en condición de gran carencia. Sexo infantil de tocamientos, caricias y exploración genital para saber que tu aparato reproductor no solamente sirve para evacuar la orina; sexo adolescente cargado de hormonas y secreciones, reforzado por el deseo de la unión con otro sexo, con otra persona que palpita en sintonía con la misma onda que tu generas con tu vibración vital e involuntaria; culminación en las caricias, besos, palabras cariñosas, a veces soeces pero estimulantes; intercambio de fluidos venéreos que culminan en el orgasmo y terminan en la dulce calma y el sueño de ambos amantes, más reforzados como seres vivientes. Sexo, placer, obsesión y seso; materia gris  que nos permite frenar los excesos y refinar los encuentros amorosos, con el aderezo de la pasión y el Kamasutra personal: todo un universo de sentidos y sentimientos al servicio del crecimiento personal.
 Después el sexo se hace más tranquilo, próximo a la desembocadura del río en la mar, que es el morir, o al menos, más esporádico pero más intenso, con más palabras y menos lenguaje corporal: Los amantes que otrora follaban intensamente, son agora amigos/amantes que follan de vez en vez, tomándose un respiro o mil si hace falta, con el diálogo de la complicidad que concede el proyecto común de la relación mantenida. Un intercambio de calor humano, en el sentido más estricto, frente a una mezcla de fluidos venéreos cada vez más escasos.
 ¡Joder, cómo presta joder sin temor a los gatillazos!

sábado, 23 de octubre de 2010

ESTAR EN LAS NUBES.

 Estar en las nubes es algo indescriptible aunque invite a la descripción de esas formas cambiantes de aire y agua,  tan caprichosas que mudan su forma en cuestión de segundos, impulsadas por el cincel del viento. Físicamente hablando, solo he estado en las nubes, bajo las nubes y sobre ellas, como pasajero de un avión que me transportaba hacia otros cielos con otras nubes y otras tierras; sobre la tierra he estado con la mirada puesta sobre las nubes de vez en vez, a lo largo de toda mi vida.
 En la infancia jugábamos a interpretar las formas de las nubes, tumbados sobre la hierba, describiendo los cambios que sufrían  y las distintas formas que iban adoptando: un dragón escupiendo fuego, un señor gordo, un pájaro enorme con las alas extendidas... Todo un mundo de formas y de matices lumínicos que cambiaba constatemente para dar paso a otras imágenes. Pura fantasía infantil.
 Después las nubes dejan de ser un juguete para convertirse en el fenómeno físico que son, en el oráculo celestial que vaticina bonanza o desastre, lluvia o sequía, poder o no poder emprender una salida.
 Sigo mirando las nubes bajo dos puntos de vista, y me encanta.

martes, 12 de octubre de 2010

HÉROES.

Anteayer introduje mi nariz en un blog excelente, animado y muy nutrido de comentários, e incluso dejé algún post en uno de los temas que se trataban, sin lograr llevar a término el que más me interesaba por esas cosas de la despiadada técnica, que te borra del espacio virtual y envía a la nada tus pensamientos transformados en sistema binario puro y duro. Es igual, lo escribo en esta mi casa virtual, que es la de todos ustedes.
 Bajo el título de HÉROES, el autor/a deseaba llegar a sexagenario/a tan bien tratado por el tiempo como Sting, e incluso se conformaba con llegar a los 40 como él, con toda la cabellera, donosura et fermosura posible. Debo reconocer y reconozco que  mis 40 años fueron de cabellera espesa y bien tintada (castaño claro), exentos de arrugas y patas de gallo y sin michelines ni papada. Actualmente, pasado ya el medio siglo, tengo algunas arruguitas de expresión, sigo conservando la cabellera al completo con "las nieves que el tiempo las sienes plateó" y me sobra barriga, bastante barriga y algo de papada. Nunca fui como el David de Miguel Ángel, fornido y hermoso per in saecula saeculorum, pero él es de mármol y yo de carne mortal y ésto de la belleza, a estas alturas de la vida, me es completamente indiferente.
 El autor/a prosigue su relato recordando su primera visita al Museo del Prado, en compañía de su padre y su hermano, y la emoción que aquella experiencia le produjo al contemplar algunas de las muchas obras de arte que allí se exponen, y que él/ella contemplaba por primera vez en formato original. Yo, un paleto de provincia, tardé mucho en visitar nuestra gran pinacoteca y la última vez que lo hice es el objeto principal de este comentario.
 Había ido a Madrid durante una semana por cuestiones de trabajo,y el último día decidí volver al Prado porque disponía de mucho tiempo hasta la salida de mi vuelo, no sin antes pasar por el Botánico. Recorrí muchas salas del museo: Velazquez y mi debilidad (los temas mitológicos): La fragua de vulcano (Hefesto), Marte (Ares), Mercurio (Hermes) y Argos... Pasé a la sala 57 para contemplar  la flipante obra pictórica de Hierónymus Van Aeken, más conocido por el Bosco, que podría haber ilustrado las mejores obras literarias de H.P. Lovecraft, especialmente las aventuras oníricas de Randolph Carter, y sufrí Las Tentaciones de San Antonio abad, me subí al Carro del Heno, viví el Paso de La Laguna Estigia y acabé mi ruta en El Jardín de Las Delicias, contemplando el tríptico más famoso y enigmático del autor psicodélico por excelencia. Seguí mi camino por los pasillos y llegué a la sala de los autores renacentistas, con esa perspectiva incipiente que les caracteriza, y descubrí un cuadro que yo guardaba en los desvanes de mi memoria sin especial devoción: La Anunciación, de Fray Angélico (o Fra Angélico). Mirando la pintura, que recordaba de mis años de estudiante bachiller, me vi invadido en mi intimidad por una saludable horda de adolescentes, conducidos por su joven profesor de arte, que se paró repentinamente delante del cuadro y comenzó a explicar: "Este cuadro es uno de mis preferidos, siento verdadera debilidad por él" Yo me puse en un segundo plano para escuchar las explicaciones y, por primera vez en mucho tiempo, con 40 años, me sentí adolescente y recordé a mi profesor de Historia del Arte que, en la casi oscuridad del aula de proyecciones donde se daban las clases, nos explicaba con la misma pasión que el joven profesor, todo lo relacionado con las obras de arte.
 El profesor continúa su explicación: "Fijaros en el manto de la Virgen, en ese azul. En aquellos tiempos, el color se hacía con pigmentos de muchas procedencias, todos naturales, pero el azul del manto solo tenía un origen: el lapislázuli, que es una piedra semipreciosa y costaba mucho dinero. Era costumbre de la época que el mecenas que encargaba el cuadro al artista eligiera el lapislázuli u otro color, pero en el primer caso debía comprarlo y entregárselo al pintor para que éste hiciera el óleo con tan noble materia prima".
 En mis clases de Historia del Arte, en casi total oscuridad, se veía la sombra enorme de D. Evaristo-unos dos metros de humanidad-explicando con la misma pasión  que ponía el joven profesor del Museo del Prado, las mismas obras de arte, pictórico, escultórico y monumental, sirviéndose de diapositivas. Los alumnos seguíamos las explicaciones a medias, amparados por la impunidad de la penumbra, que invitaba al cachondéo; pero en los momentos álgidos de la explicación todo el mundo seguía las palabras de D. Evaristo. Aquel cíclope bonachón también tenía su genio: un día nos sacó del aula, a golpe de paraguas, y nos puso de cara a la pared del pasillo mientras nos llamaba cerdos, como un oficial de las SS apuntando a unos reclusos con su Luger.
 Después de unos años de aquella visita al museo, apareció D. Evaristo en la hoja de citados de aquel día en mi trabajo. Iba acompañado por su esposa, tan elegante y pizpireta como siempre, tan menuda y aparentemente frágil, pero sujetando por el brazo al ciclopeo Evaristo que avanzaba con cierta claudicación. Estaba viejo e inseguro en la marcha. No me reconoció.
 Había sufrido un ictus cerebeloso, debido a su hipertensión arterial, y su equilibrio y coordinación de movimientos se habían resentido moderadamente, y ya no era el hombrón que imponía tanto respeto. Después de tratar el asunto profesional, yo le dije: D. Evaristo, tengo una obra de arte colgada en la pared (una reproducción de una pintura de Van Gohg) y querría que usted me diera su opinión como gran experto en arte. D. Evaristo miró el cuadro y me dijo sonriente: es El Café, de Van Gohg, una de sus obras más conocidas. Su mujer, con la cara iluminada por la sonrisa, me preguntó: ¿Ha sido usted alumno de mi marido? Sí, le respondí, fui alumno suyo en sexto de bachiller, en el año 1973, pero también fui alumno de usted, en la asignatura de matemáticas, en los años 72 y 73. La reunión se animó y D. Evaristo me comentó que había ido a cierto hospital para hacerse una prueba médica, y que el médico que le atendió reconocía haber sido alumno suyo. Dña. Dolores, su esposa, me comentó haber tratado con un exalumno, frutero en un puesto de un mercado, que le había recitado de corrido la resolución de las ecuaciones de segundo grado. Aunque la matemática nunca fue mi fuerte, yo no quería ser menos: Dña. Dolores, "el logaritmo de un número N, en base B, es el número al que hay que elevar la base para obtener el número N". "Las combinaciones de N elementos, tomados de H en H, son N¡ partido por H¡ x por (N-H)¡.
 Nos reímos y recordamos viejos tiempos para los tres, y el trio terminó el día con una experiencia más. Recordé al joven profesor y sus jovencísimos alumnos contemplando el cuadro de La Anunciación y la pasión que aquél ponía en su trabajo, sin esperar nada a cambio. Quizás alguno de sus alumnos/as recuerde algún día aquella visita al Museo del Prado y se la pueda contar a su ya viejo profesor, cuando ellos/as hayan tomado las riendas de de la sociedad.
  El comentario del aludido blog terminaba:" Hoy en día son las elecciones las que recuerdan que uno es mortal. Lo malo es cuando, por muy mal que lo hagas, te siguen eligiendo. Indefectiblemente en ese momento crees que lo que haces mal, es bueno".
 Como cualquier persona, he tenido mis héroes de ficción y tengo mis héroes históricos y mitológicos, pero mis verdaderos héroes son aquellos/as que nos han enseñado con el ejemplo, día a día, lo que somos y lo que deberíamos ser, personas corrientes que con su trato cotidiano forman parte de nuestras vidas sin que apenas nos demos cuenta, que pasan silenciosamente hasta que un día te paras a pensar lo importantes que han sido para tí y para otros tantos como tú.

viernes, 1 de octubre de 2010

BIENVENIDOS

Bienvenidos a mi blog caótico y perezoso.
 Nada hay más reconfortante que lo que uno hace no pase desapercibido, aunque la idea inicial sea una válvula de escape a tus pensamientos y, probablemente, una excusa para escribir cuando esto te gusta.
 Cuando inicié mi blog no esperaba ninguna visita, ningún comentario a favor o en contra de lo que escribía, pero quería hacerlo. Me sorprendió el "subidón" de consultas a mi perfil creciendo día a día y algunos comentarios breves en algunos post. El primer seguidor fue muy estimulante.
 NEO: El pionero en seguir este blog y en considerar mis comentarios en el suyo hasta el punto  de honrarme  con el trabajo de MITÓLOGO GRIEGO.
GARCÍA FRANCÉS: vino después y me descubrió su hermoso blog.
 Y, en un santiamén, aparecen otros seguidores:
NICONTIGONISINTI: ¡Qué susto su presentación de troll!
NIKITA: recientemente ondulada y uniendo el norte y el sur.
 Gracias a todos y no se corten: se admiten sugerencias porque en este blog no hay censura de ningún tipo.

Sin andarnos por las ramas: Amigos para siempre.