sábado, 23 de octubre de 2010

ESTAR EN LAS NUBES.

 Estar en las nubes es algo indescriptible aunque invite a la descripción de esas formas cambiantes de aire y agua,  tan caprichosas que mudan su forma en cuestión de segundos, impulsadas por el cincel del viento. Físicamente hablando, solo he estado en las nubes, bajo las nubes y sobre ellas, como pasajero de un avión que me transportaba hacia otros cielos con otras nubes y otras tierras; sobre la tierra he estado con la mirada puesta sobre las nubes de vez en vez, a lo largo de toda mi vida.
 En la infancia jugábamos a interpretar las formas de las nubes, tumbados sobre la hierba, describiendo los cambios que sufrían  y las distintas formas que iban adoptando: un dragón escupiendo fuego, un señor gordo, un pájaro enorme con las alas extendidas... Todo un mundo de formas y de matices lumínicos que cambiaba constatemente para dar paso a otras imágenes. Pura fantasía infantil.
 Después las nubes dejan de ser un juguete para convertirse en el fenómeno físico que son, en el oráculo celestial que vaticina bonanza o desastre, lluvia o sequía, poder o no poder emprender una salida.
 Sigo mirando las nubes bajo dos puntos de vista, y me encanta.

5 comentarios:

  1. Maese Jano, hay otra visión de las nubes que un aficionado a la montaña como yo tiene grabada en el alma desde su lejana adolescencia:
    Un mar de nubes que cubre los valles y en el que aparecen, como islotes diseminados, las más bellas cumbres.
    Son momentos de éxtasis tras el largo esfuerzo de la ascensión en la niebla, en los que uno siente que está muy alto, por encima de las nubes

    ResponderEliminar
  2. Tiene usted toda la razón, D. Gulliver, yo también fui montañero (senderista) y lo sigo siendo, aunque con unas pretensiones más modestas. También he experimentado esa sensación, desde una cumbre, de ver la otra cara de las nubes, la que no se ve desde el valle, y sentirte feliz. La última vez fue en la ascensión a las cañadas del Teide desde el valle de La Orotava, en coche, atravesando la tenue barrera de nubes hasta descubrir un paisaje tan austero como sobrecogedor, que nada tenía que ver con la exuberancia del paisaje asturiano. La naturaleza en estado puro.
    Un saludo y gracias por su comentario.

    ResponderEliminar
  3. A mi también me gusta mucho el monte de nuves.
    ¿Neverra no tendrá?

    ResponderEliminar
  4. Buenas tardes, D. Neo.
    En este blog no existe neverra porque todo el mundo es bienvenido, pero considérese en su casa y disfrute de un refrigerio virtual a la carta, que lo hay.
    Un saludo y gracias por su comentario.

    ResponderEliminar
  5. PD: D. Neo, el mons pubis es una cima muy gustosa de conquistar y que se hace a la inversa: Primero se ve y después se conquista.
    Es usted un pillín que domina muy bien los acrósticos.

    ResponderEliminar