martes, 27 de abril de 2010

EL DESCANSO DEL GUERRERO.

Después de tanta mitología, de tanta batalla por el poder político o social, de tanta traición y muerte, que debería hacer pensar a los humanos en nuestra continuidad en la historia, siendo lo que hemos sido siempre: auténticos depredadores, antropófagos como el Minotauro u otras razas humanas, que devoraban los cerebros de sus contrincantes con distintos fines nutricios, me rindo:
  Lo mejor es un prolongado descanso, en la comodidad de la infancia con su desnudez y sus símbolos, para volver al principio de la historia interminable. Como la especie humana no cambia en lo esencial através de los tiempos lo más loable de nosotros es:
   EL DESCANSO DEL GUERRERO.

lunes, 26 de abril de 2010

LA MUERTE DEL MINOTAURO: EL LABERINTO DE KNOSSOS.

Templo de Hefesto en el Ágora de Atenas. Más conocido como Tisíon por estar representadas las doce tareas de Teseo en sus frisos.
Acogido Teseo por su padre Egeo en su palacio de Atenas, por la fama de héroe que le precedía, el rey ignoraba la identidad de su huésped pero no su esposa Medea, sabedora de quien  era el invitado y el peligro que representaba para ella y su hijo Medo, por su condición de maga. Ésta convenció a su marido de la amenaza que representaba el invitado, presentándole como un rival político, y le propuso deshacerse  de él envenenándole la copa de vino que le servirían en la comida. Egeo, paranoico por la amenaza constante de su hermano Palante y sus cincuenta sobrinos, creyó a su esposa y decidió llevar adelante el plan de asesinato mediante el veneno.
Sentados los comensales a la mesa del comedor de palacio se sirvió el asado, probablemente pantagruélico, y Teseo desenvainó su espada para trincharlo y disponer las raciones. En ese momento, Egeo tiró la copa de Teseo de un manotazo al reconocer su espada, aquella que había escondido bajo la gran roca en presencia de Etra al partir de Trecén, y comprendió la identidad de Teseo, aquel hijo tan deseado que había ido a buscar años atras consultando al oráculo de Delfos y sembrando su semilla en la hija de su amigo Piteo, en la península del Peloponeso (Peloponisos: la isla de Pélope, hijo de Tántalo, castigado por los dioses a pasar hambre y sed en el Tártaro por toda la eternidad tras ofrecer un ágape al panteón olímpico, consistente en el cuerpo de su hijo asado, para comprobar la infalibilidad divina. Los dioses se dieron cuenta de la monstruosidad-salvo Demeter que, distraída, comió un trozo de hombro del niño- devolvieron la vida a Pélope, conmovidos, y sustituyeron su mutilación con una prótesis de marfil, como haría hoy un traumatólogo con una cadera o rodilla).Egeo, desde ese momento, centró todo su interés y cariño en su heroico hijo natural como había intuido su esposa. Medea, avergonzada y desprestigiada por su engaño, abandonó Atenas con su hijo Medo, donde años antes se había refugiado tras abandonar Corinto después de asesinar por venganza a sus hijos habidos con Jasón, cuando éste la dejó para casarse con la hija del rey Creonte (magnífica la película de Pier Paolo Pasolini, adaptación de la tragedia homónima de Eurípides e interpretada por María Callas, que tantas veces había dado vida al personaje en la ópera de Luigi Cherubini), y ambos se dirigieron a Asia Menor.
 Palante y su medio centenar de hijos habían oído las proezas de Teseo y le tenían respeto, pero ello no impidió que trataran de arrebatarle el trono a Egeo y emprendieran una batalla contra el rey en la que participó Teseo, matando a todos los hijos de aquel. Como eran parientes, Teseo fue juzgado en el Areópago y fue absuelto. Posteriormente mato al toro de Creta, que Heracles había llevado a Maratón y según una tradición dio muerte a Androgeo, hijo del rey Minos, motivo por el que el rey de Creta impuso a Atenas el tributo de las siete doncellas y siete donceles, que debían ser enviados a la isla para servir de alimento al Minotauro (como ya dijimos, otra versión atribuye la muerte del príncipe a la envidia de los nobles atenienses, al ser vencidos por aquel en la mayoría de las pruebas olímpicas celebradas en Atenas). Existen también varias versiones acerca de la periodicidad con que se debía cumplir el tributo: cada luna llena, cada siete años, cada nueve años... Lo cierto es que el terrible tributo tenía profundamente entristecida a la ciudad de Atenas y a su rey, que veían zarpar el barco del sacrificio con los jóvenes atenienses, desplegando sus velas negras en señal de luto para nunca volver. Minos había hecho la promesa de acabar con esta sangría cuando alguno de los reos diera muerte al Minotauro en el laberinto de Knossos, donde estaba encerrado, y Teseo decidió ser él mismo uno de los jóvenes ofrecidos en sacrificio para tener la oportunidad de acabar con el monstruo.
  El soberano de Atenas no acogió con agrado esta idea de su hijo y se resistió con todas sus fuerzas y su autoridad a ella. No quería correr el riesgo de perder a ese hijo que tanto había deseado y que era el sucesor perfecto, pero la tozudez de un Teseo adolescente/jovencito pudo más que su oposición y accedió a que él encabezara la lista (vamos a ver, que le compró la Nintendo, la moto y le dejó salir de "botellón", para que lo entiendan los padres de hoy), haciéndole prometer que si regresaba vivo debería desplegar las velas blancas cuando la nave arribara al puerto de Atenas. Y Teseo partió en el barco de la muerte hacia Creta. Algunas versiones dicen que en esa nave iba Minos, que trató de seducir a la bella Peribea y Teseo le reprendió diciendo que él era hijo de Poseidón; Minos arrojó su anillo al mar y le dijo al joven que lo recuperara con la ayuda de su supuesto padre. Zeus lanzó un rayo que condujo a Teseo a la morada de Poseidón y éste le entregó el anillo, que Teseo devolvió a su dueño tras emerger de las aguas (una anécdota que tiene poco que ver con el desarrollo de esta historia, pero existe y hay que contarla). Teseo llega a Creta, a la costa norte-central, donde hoy está la capital de la isla, Heraclion, para ser conducido a Knossos, a apenas siete Km. de la ciudad actual.
 Atracado el barco de la muerte en la costa norte de Creta y llevados los reos al palacio de Minos, quiso el capricho de la diosa Afrodita que Ariadna, hija de Minos y Pasifae, se enamorara perdidamente de nuestro joven héroe sirviendo de alcahuete nuestro ya mencionado Dédalo, el artífice del laberinto, con la complacencia de ambos amantes. Ariadna le entrega a su amante una bobina de hilo, que este fijará a la entrada del laberinto irresoluble de Dédalo desenrrollándolo según avanza, y finalmente se topa con el terrible monstruo luchando con él hasta darle muerte. Rebobinando el hilo, logra salir del laberinto y su amada le espera a la puerta del mismo con el alma en vilo. Minos no ve con agrado esta relación entre su hija y un ateniense y ambos amantes deben huir rápidamente en promesa de amor perpétuo; Dédalo y su hijo Ícaro acabaran enderrados en el laberinto por su intromisión, pero de esta historia ya hemos hablado antes.
  Los amantes de Creta, con el resto de jóvenes y jóvenas (seamos politicamente correctos) atenienses, huyeron apresuradamente del palacio de Minos y se dirigieron  a la nave fúnebre, no sin antes perforar el casco de de los navíos de la flota cretense y matar a los vigilantes de dicha flota para asegurar su huida. Embarcados y sueltas las amarras, iniciaron el viaje de regreso a Atenas, que no fue precisamente un crucero de placer. Ariadna acabo sus días en la isla de Naxos (al norte de Creta) de distintas maneras según que versiones: Unos dicen que una terrible tormenta desencadenada por Poseidón casi hace zozobrar la nave, y que Ariadnacayó por la borda frente a la costa de la citada isla, donde habían fondeado para protegerse del temporal, y todos la dieron por muerta, continuando su singladura. Ariadna llegó a la playa arrastrada por las olas y fue acogida por Dionisos, que la convirtió en su esposa. La otra versión dice que Teseo la abandonó en la isla , ya cansado de élla, y fue acogida por Dionisos ( el Baco de la mitología romana) que se casó con ella. Ariadna terminó sus días en la isla de Naxos junto a su esposo (final feliz). 
Ariadna en la isla de Naxos, esposa de Dionisos.
La nave del sacrificio llega finalmente a Atenas, entrando por la bocana del puerto. Egeo, que ha sido avisado de tan transcendente evento, se asoma al horizonte y contempla con horror y dolor que el navío despliega velas negras, y no es sabedor del olvido de su hijo y la marinería que tripula la nao de desplegar las velas blancas en su regreso triunfal, como ambos habían pactado. Al espanto de la pérdida de catorce jóvenes atenienses se suma el terrible dolor de la muerte de su ya querido hijo y digno sucesor, su idolatrado Teseo, el tesoro de su vida, por el cual renunciaría a su reino, a su corona y a su poder: un padre.
                                                                                       Teseo dando muerte al Minotauro.
 Con lágriamas de dolor en sus ojos, Egeo se encamina hacia ese mar que baña su reino y permite a sus naves comerciar con otras polis. Camina lentamente por la áspera arena de la playa y se introduce pausadamente, llorando, en las cálidas aguas de esa inmensa masa acuosa, de azul intenso y transparente, y encuentra a Tánatos, la muerte, que le ofrece un descanso eterno libre de sufrimientos. Desde ese suceso trágico, esa parte del Mediterráneo recibe el nombre de MAR EGEO.
  Otra versión dice que Egeo se tiró al vacío desde la Acrópolis tras contemplar la llegada del barco de Creta (llamado Salaminía y convertido en objeto de culto tras la gesta) y comprobar que llevaba desplegado el velamen negro. A este narrador de los hechos le gusta más la primera versión; cada uno que elija la que sea de su gusto.
  La costa de Creta bañada por el Egeo.
    Pero Teseo habrá de protagonizar más aventuras hasta su muerte trágica. Se volvió a casar, tras una batalla contra las amazonas, con la reina de estas, Antíope/Hipólita, con la que tuvo un hijo, Hipólito, (véase la tragedia de Hipólito de Eurípides) de castidad inquebrantable y gran belleza. A la muerte de Antíope en la guerra entre Atenas y las amazonas, en la que luchó en el bando ateniense junto a su marido, Teseo se volvió a casar con Fedra, la hermana de Ariadna, con la que tuvo dos hijos: Acamante y Demofonte. Hipólito fue enviado a Trecén como parte de su formación antes de ser rey y allí se manifestaron sus grandes dotes de atleta y cazador. Fedra, que había llegado con su esposo a Trecén en un viaje desde Atenas, descubrió un día los encantos de su hijastro cuando éste hacía ejercicios en el gimnasio, y nació en élla una pasión enfermiza hacia Hipólito que alimentaba escondiéndose diariamente en el gimnasio para contemplar al joven. Se dice que Fedra, en su escondite, contemplando al objeto de su pasión, pinchaba las hojas de un mirto que allí había con un pasador par el pelo, y desde entonces las hojas del mirto tienen tantos agujeritos. Una versión dice que Hipólito profesaba un culto especial a Artemis (la Diana de la mitología romana, auténtico virago que podría ser el estandarte del feminismo más radical) y su castidad enfureció a Afrodita que en venganza infundió esa pasión en Fedra.
  De regreso a Atenas el joven Hipólito para participar en el Panateneas, Fedra le confesó su pasión y éste la rechazó. Fedra escribió una carta calumniosa a su esposo en la que acusaba a su hijastro de intentar seducirla causando la ira de Teseo contra su hijo, que fue expulsado de Atenas. Cuando Hipólito abandonó la ciudad en su carruaje, Poseidón, también encolerizado por la falsa acusación contra el joven y ante la petición de Teseo de que fuera castigado, hizo volcar el carro de aquel provocando su muerte al ser pateado por los caballos. Fedra, avergonzada por sus actos, se suicidó. Por mandato de Artemis, los habitantes de Trecén adoraron como a un dios a Hipólito, después de su trágica muerte.
  El viudo Teseo, en compañía de su amigo Pirítoo, rey de los lapitas, decidió buscar nueva esposa entre la ralea divina y ambos raptaron a la bella Helena en Esparta, que tenía doce años, y que fue adjudicada a Teseo tras jugársela a suerte. Esto enfureció a los hermanos de la joven, Cástor y Pólux, los Dioscuros, que fueron hasta Atenas para liberarla.
 El resto de la historia de Teseo da para mucho más y no vamos a extendernos contándolo.
   Cornamenta de toro en piedra en Knossos.