Hay que ver las vueltas que da la vida y la política, y lo insignificantes que somos ante los poderes fácticos, nacionales y supranacionales, que no nos permiten gozar del bienestar conseguido con tanta lucha y sudores. La vida se repite más que ciertas especias que condimentan nuestras comidas y finalmente las crisis acaban apareciendo para ensombrecer nuestra existencia, dando una vuelta de tuerca al revés para volver al punto de partida. Historia hecha de bucles que enfrentan a cada generación, sino a una guerra, a un descalabro económico con sus penurias y servidumbres.
Europa se las prometía muy felices con su moneda fuerte y única y con un territorio sin fronteras, donde florecía la riqueza que fluía en todos los confines del imperio; pero aquel sueño se rompió lentamente como el cántaro de la lechera, la peste del siglo XXI se extendió y las economías se fueron contagiando y cayeron enfermas de deuda y de ruina. Como ocurre siempre, los más fuertes toman la iniciativa e imponen sus normas cerrando filas y fronteras y sacrificando a los territorios más contagiosos, en su afán de contener el mal para que no les salpique. Pero las pandemias son impredecibles como lo son las campañas militares en territorios hostiles y no bien conocidos, y el Sire también puede caer ante la crudeza del clima extremo.
La unidad de Europa se resquebraja.
Hace falta una reforma de la democracia y un abandono de los políticos, en gran parte culpables de la peste, y los estados más sólidos nombraremos a los nuevos dirigentes optando por los tecnócratas, que no les temblará el pulso al utilizar el bisturí porque son auténticos profesionales desclasados que cortan y suturan con frialdad y precisión. El Sire y Die Führerin supervisaremos la intervención quirúrgica para asegurarnos de que extirparán el mal.
La libertad de los países comunitarios se supedita al eje Berlín-París.
¿No comprendeís que la nave se hunde por los abusos de los ciudadanos, hijos mal criádos de una Europa unida, y por el despilfarro y la mentira de unos políticos indignos que han acaparado ínfulas y privilegios que no les corresponden?
Ahora sólo queda un camino y yo y mi asistente, el Sire, deberemos marcarlo con paso de oca firme y acompasado para que toda Europa vaya en una misma dirección y con la misma cadencia.
¡Y todo dios a callar!
A partir de ahora, quizás deberíamos sustituir nuestro Himno Comunitario por este:
PD: mi sentido del humor es relativamente cáustico, y con esta entrada sólo pretendo bromear acerca de la situación dramática (pero seguramente reversible y constructiva) que estamos viviendo los europeos y gran parte del mundo con esta crisis.
Un saludo a todos los posibles lectores de este comentario.