lunes, 20 de agosto de 2012

ASTURIAS PATRIA QUERIDA... (IV).



Torre de los Valdés Salas (Salas-Asturias). Un edificio de la baja edad media, derrumbado el 13 de diciembre 1959 y reconstruído posteriormente sin probable fidelidad al original. Destaca el puente de arco rebajado que comunica la torre con el Palacio de los Condes de Miranda.


Durante el S. XIII aquellas comunidades rurales, de las que hemos hablado en anteriores entregas, se supeditan al reconocimiento y la organización de la corona sentando las bases de la organización territorial, las corporaciones municipales y las leyes y ordenanzas que rigen los concejos, mediante la concesión de las Cartas de Población ;  cartas de población que pretenden, en primer lugar, asegurar la gobernabilidad del territorio frente a la incesante insurrección de los nobles y también la organización del territorio para una mejor explotación de los recursos. Con ello se establecen núcleos urbanos pequeños o medios (las Pueblas o Polas) que integran al resto de los núcleos rurales dispersos (el Alfoz) en un territorio común o Concejo ,  que habrían de asumir funciones administrativas y judiciales con la creación de un órgano colegiado que normalmente estaba integrado por dos jueces  y dos alcaldes, y también por los oficiales; todo ello bajo la supervisión del rey, que fijará el estatuto jurídico de la comunidad y sus relaciones con la corona. Con esta organización los concejos (la pola y el alfoz) podían enfrentarse a los abusos de la nobleza, el clero y los maleantes y también racionalizar los recursos y hacer frente a las demandas de servicios con un comercio más floreciente.



  Pero en Asturias la producción de cereales y viñedos no era muy abundante y no daba para el abastecimiento local, a pesar de la nueva estructuración en concejos y la racionalización de los cultivos; había que traer cereales y vino de la meseta para paliar el déficit (aún los más viejos de la región te cuentan que cambiaban madreñas por  pan, vino y aceite) y todo se hacía a través de los pasos de montaña, muchos de ellos calzadas romanas que aún perviven por tramos (véase el Camín Real de la Mesa desde el puerto de San Lorenzo hasta Torrestío) ; por contra, la ganadería y todos sus productos (carne, leche, pieles...) y la abundancia de madera, eran una gran producción por los pastos y los bosques, que generó una industria con excedentes exportables. Así floreció una artesanía, agrupada en gremios o cofradías ( peleteros, ferreros, madereros, canteros... ) que medró en las principales ciudades: Oviedo y Avilés, y que aún pervive en la actualidad su huella (la Calle de la Ferrería, de Los Telares y la Calle de La Fruta son un ejemplo en Avilés) ,que celebraban mercados diarios (el azogue), semanales (con un día establecido para cada Pola, que aún pervive. Solamente tenemos constancia de la concesión de un mercado semanal en Oviedo y Avilés que , en el primer caso, se celebraba los lunes por concesión de Alfonso IX, trasladado a los jueves por orden de Enrique IV, y en Avilés sólo hay constancia de dicho mercado desde los Reyes Católicos. La celebración de los mercados semanales fue una consecuencia de las cláusulas de las cartas de fundación de las nuevas villas, y solamente Luarca no obtuvo ese privilegio. Actualmente el mercado semanal de Oviedo se celebra los Jueves y el de Avilés los Lunes ), y anuales (ferias), con la concurrencia de compradores y vendedores de distintas regiones (Las ferias anuales nos constan solamente en Cangas del Narcea, Llanes y Oviedo, siendo la de Oviedo la más importante. La feria de Oviedo fue concedida por Fernando IV en 1302 y duraba 15 días desde la festividad de San Lucas).
  Como podemos deducir, la fundación de las Pueblas/Polas supuso un gran impulso para el comercio, principalmente en Oviedo y Avilés, que gozaban ambas de un fuero con el consiguiente beneficio fiscal para sus comerciantes, estableciéndose un comercio interior y exterior en ambas ciudades entre los siglos XIII y XIV, tanto terrestre como marítimo. Asturias importaba de la meseta trigo y vino principalmente y exportaba carne, pieles, cera (la apicultura estaba bien desarrollada en Asturias), pescado, manteca, azabache... Y también productos de otros países, que llegaban por barco al puerto de Avilés desde Portugal, Normandía y Flandes, como telas, sal (recordemos que las salinas de Avilés dejaron de ser rentables), cereales y vino. Especial importancia tuvo la importación de textiles desde La Rochele (Francia), principalmente destinados a las clases populares, hasta el punto de recibir numerosas delegaciones de comercientes de ese puerto francés (la Avenida de los Telares, en Avilés, nos recuerda la importancia que tuvo la industria textil en la Villa del Adelantado de La Florida). Con todo, otros puertos marítimos de Asturias (Llanes, Castropol...) tuvieron importancia en el comercio con otros países pero no la importancia de Avilés.

Bocana del puerto-ría de Avilés. Al fondo, el faro de San Juan.
LA BURGUESÍA.
  El incremento de la población en las principales ciudades asturianas , experimentado desde el siglo XI especialmente en Oviedo, contribuyó al nacimiento y expansión de una nueva clase social, netamente urbana, integrada por comerciantes y artesanos, que fueron amasando pequeñas fortunas y extendiendo su influencia y poderío en los órganos de control del municipio, con total libertad frente a la nobleza y a la Mitra ovetense de San Salvador, amparados por el fuero, que establecía un sistema de pesos y medidas para el concejo y la venta libre de artículos cotidianos como el pan y la sidra. Asimismo se establecieron una serie de normas locales (especialmente las normativas de 1245 y 1274, que regulaban las actividades mercantiles dentro del municipio) completándose así los preceptos contenidos en el fuero. Entre las medidas reguladoras del comercio de ámbito municipal destacaban, a parte del establecimiento de un sistema de pesas y medidas ya comentado, disposiciones tales como el establecimiento de puntos de venta de los distintos productos, la fijación y el control de los precios, la prohibición de la venta de productos adulterados o en mal estado... Y la adopción de medidas sancionadoras para los transgresores de estas normas.
  La burguesía, que controlaba las actividades comerciales, era una clase heterogénea que establecía sus diferencias en el poderío económico de las distintas actividades comerciales, algunas más lucrativas que otras (el oficio de cambiador y el monopolio de la venta de ciertos artículos eran unas de las actividades más lucrativas),  y los gremios o cofradías de comerciantes y artesanos gozaban de un poder municipal que, en el caso de Oviedo, superaba con creces al resto de cofrades del norte de España.

LA NOBLEZA.

   Una de las características de la sociedad feudal es la descentralización del poder, teóricamente representado por el rey pero no así en la práctica. El rey es un señor feudal más, con la salvedad de la posesión de la corona (símbolo del poder máximo) , pero con grandes limitaciones a la hora de reunir ejércitos (debía contar con la colaboración de los nobles en cada territorio),  recaudar impuestos para el sostenimiento de la corona (muchos territorios estaban bajo el dominio de la Iglesia) y nunca gozó del poder de los monarcas que reinaron en siglos posteriores.  En la baja edad media asturiana la Iglesia representaba un gran poder económico y territorial (poseía la quinta parte del territorio) y la monarquía jugaba con ese comodín para mantener a la nobleza sometida, a pesar del peligro que representaba la propia Iglesia para la Corona. Hasta el siglo XIII la nobleza asturiana está representada por caballeros que practican la caballería y se mantienen con los rendimientos de las tierras que dominan, participando también en guerras y torneos, situación que cambiará en los siglos XIV y XV con la mayor participación de los nobles en la política y los ingresos que obtienen por los cargos de confianza que ocupan en la Corte (aquí,¿ no les parece que la Historia se repite con nuestros políticos actuales?).
  Pero en el siglo XIII la nobleza asturiana, numerosa y de carácter tribal (hay un predominio del linaje/apellido/familia), empobrecida económicamente y sin influencia política, sufre también una "degeneración" al estar integrada principalmente por "milites e infanzones, cada vez con menor influencia y por éllo hostil hacia la Corona, que protagonizaría numerosas insurrecciones contra el poder real. La Iglesia (los obispos de la Mitra Ovetense), por su parte, medra hasta finales del siglo XIII constituyendo las únicas Jurisdicciones Señoriales, que administraban justicia (en este siglo predomina la costumbre y los usos medievales) y legislaban y recaudaban impuestos independientemente del poder regio. Pero a pesar de todo, la Iglesia Ovetense incrementó su poderío económico gracias a los privilegios que le otorgó la monarquía en pago a sus servicios frente a la insurrección de los nobles.

   Alfonso X (1252-1284) recibe el apoyo de la Iglesia asturiana frente a la sublevación de su hijo Sancho, siendo éste último apoyado por la población asturiana, y concediendo aquel  privilegios a la Iglesia ovetense. Pero Sancho llegó al trono como Sancho IV (1258-1295)  y reconoció la ayuda recibida de los nobles y la población de Asturias. El primogénito de Alfonso X y Violante de Aragón (hija de Jaime I el conquistador, rey de Aragón), Fernando de la Cerda, murió en 1275 y, según el derecho castellano, la sucesión en el trono correspondía  al segundogénito (Sancho); pero esa normativa sucesoria fue modificada por el Código de las Siete Partidas, del propio Alfonso X, otorgando la sucesión a los hijos del primogénito (los Infantes de La Cerda. Suena mal, y mucho peor teniendo a una abuela llamada Violante. Lo sé). La polémica estaba servida.
Sancho IV de Castilla 02.jpg
Sancho IV de Castilla (El Bravo).

Alfonso X de Castilla 02.jpg
Alfonso X el sabio.
 

EL SEÑORÍO DE NOREÑA: LOS ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS.

  Entre los siglos XIV y XV Asturias lo pasa muy mal y la población se enfrentó a  guerras civiles, promovidas por los nobles, y a fenómenos atmosféricos atípicos que harían del territorio asturiano un lugar difícil para vivir. Por una parte, se instaura una microglaciación, con nevadas en verano, que haría inviábles todas las cosechas con la consiguiente proliferación de la desnutrición  y las epidemias; por otra parte, está la rebelión de los nobles, que tomarán partido por el monarca en lid, y todo esto hará muy difícil la vivencia cotidiana del pueblo, que intenta sobrevivir como puede. Es a partir del reinado de Sancho IV (1284-1295) cuando empiezan a destacar en Asturias algunos linajes.
  D. Pedro Álvarez de las Asturias, Hijo de Alvar Díaz de Noreña, teniente de Siero, fue uno de los beneficiados por la coronación de Sancho IV, llegando a ser su Mayordomo Mayor. Murió en 1286 y tuvo un hijo que heredó el señorío de Noreña: D. Rodrigo Álvarez de las Asturias.
  D. Rodrigo aprovechó la desmembración de la Corona de Castilla, muy entregada a luchas sucesorias en esos tiempos, y se opuso al heredero de la Corona de Castilla (Fernando IV) en favor de su tío, el Infante D. Juan de Castilla, "el de Tarifa". Fernando IV, hijo de Sancho IV y de María de Molina (1265-1321), estaba en minoría de edad y su madre, después de grandes dificultades, logró la regencia y calmó los ánimos de los nobles (de todos los reinos) con concesiones territoriales que, en el caso de D. Rodrigo, supuso un incremento de poderío y territorialidad muy notables: al Señorío de Noreña se incorporaron los Concejos de Gijón, Nava, Bimenes, Siero, Cabranes, Colunga, Ribadesella, Llanes y Allande, y D. Rodrigo se convirtió en uno de los señores más poderosos de Asturias, llegando  a acumular títulos y honores diversos: Mayordomo Mayor (como su padre, D. Pedro), Merino Mayor de Galicia y Adelantado Mayor de León y Asturias.

PEDRO I Y SU HERMANO BASTARDO, ENRIQUE II DE TRASTÁMARA.

  D. Rodrigo Álvarez no tuvo descendencia y por ello adoptó al hijo bastardo de Alfonso XI (1312-1350), Enrique,  cuando sólo tenía un año de edad, que reinaría posteriormente como Enrique II iniciando la Dinastía de los Trastámara. Alfonso XI, hijo de Fernando IV y Constanza de Portugal, nieto de María de Molina, subió al trono de Castilla en 1325, cuando tenía 15 años. Contrajo un primer matrimonio (no consumado) con la hija de D. Juan Manuel, infante de Portugal, que fue anulado, y posteriormente se casó (el 24 de junio de 1328) con su prima hermana, María de Portugal, hija de Alfonso IV, con la que tuvo dos hijos: Fernando (que murió antes de cumplir un año de edad) y Pedro I de Castilla, apodado el cruel. En una unión posterior con Leonor de Guzmán tendría diez hijos bastardos: Entre éllos, Enrique de Trastámara, que ocuparía el cuarto lugar de la prole.
  Tras la muerte de Alfonso XI en 1350, Enrique (que abandonó Sevilla  para refugiarse en Asturias) se enfrenta a su hermanastro Pedro, heredero legítimo de la Corona de Castilla, apoyado por su padre adoptivo, Rodrigo Álvarez de las Asturias, que le cedería el vasto señorío de Noreña, con los títulos de Conde de Noreña y de Gijón, en el que el futuro monarca encontraría refugio físico y también apoyo humano por parte de la Iglesia ovetense y parte de la nobleza asturiana. En Asturias se desencadena una verdadera batalla entre los partidarios de Enrique (la Iglesia, los Quirós/ Bernaldo de Quirós, Álvarez de Nava...) y los partidarios de Pedro I (el "clan de los Diegos": Diego Fernández de Miranda, Diego González de Oviedo y Diego Menéndez/Meléndez de Valdés principalmente), que acabaría con la muerte de Pedro I  en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre ambos, no sin antes sufrir la población de Asturias, especialmente Gijón y Avilés, las incursiones de Pedro I.  Pero las guerras de sucesión no acabarían en Asturias después de la coronación de Enrique como Enrique II de Castilla.
   Enrique, todo hay que decirlo, conocido por el apodo de "el de las mercedes" o "el fratricida" (el primero por su tendencia a conceder favores), pocas veces utilizó los títulos de Conde de Noreña y Conde de Gijón, probablemente por sus pretensiones al trono de Castilla. Cuando fue coronado como Enrique II se olvidó por completo de la Pola de Gijón y de los nobles asturianos, que tanto le apoyaron en la lucha por el trono y sin los cuales no hubiera logrado sus objetivos. Pero la historia se repite y nuevos enfrentamientos habrían de surgir en el seno de la monarquía, por parte de los descendientes de Enrique II.



La casa de Trastámara.
   Efectivamente la historia se repitió y el Señorío de Noreña, con todas las demás posesiones de Rodrigo Álvarez, ya coronado Enrique de Trastámara, pasaron al dominio de D. Alfonso Enriquez, hijo bastardo de Enrique II, instalándose aquel en Asturias y protagonizando una rebelión contra el hijo legítimo de Enrique, Juan I (1379-1390), como había hecho su padre contra su hermanastro Pedro I. Pero las cosas no pintaron tan bien para D. Alfonso, que no recibió el apoyo de la mitra ovetense de San Salvador ni de los nobles. En aquellos tiempos el Obispo de Oviedo era Gutierre de Toledo y apoyaba la causa de Juan I, beneficiándose dicho prelado de las donaciones que le otorgaba Juan I por su apoyo y que eran sustraídas del patrimonio de su hermanastro Alfonso Enriquez. D. Alfonso Enriquez daría aún mucha guerra (nunca mejor dicho) y sería una de las causas de la aparición de instituciones tan características de esta tierra como LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO Y EL TÍTULO DE PRÍNCIPE DE ASTURIAS PARA EL HEREDERO DE LA CORONA. Volveremos sobre este punto cuando hayamos hablado de la nobleza más representativa de la época (siempre a mi juicio).

EL LINAJE DE LOS VALDÉS.
  


Escudo heráldico del Concejo de Illas. El cuartel inferior izquierdo representa el escudo de armas de Valdés, recientemente incorporado por el hallazgo de unas tumbas en la iglesia parroquial pertenecientes a miembros de esa familia y que es idéntico al que se halla en la Torre de San Cucao (Llanera).

Escudo de Llanera (Asturias).svg
Escudo del Concejo de Llanera.
La Torre de Valdés, en San Cucao de Llanera (Asturias). Edificio cargado de historia (actualmente es un restaurante) cuyo aspecto corresponde a modificaciones realizadas en los siglos XIX y XX y que albergó a uno de los linajes más representativos de la edad media asturiana.

  Resulta difícil sintetizar la trayectoria de un linaje tan antiguo y representativo de la Historia de Asturias, con ramificaciones en España e Hispanoamérica, cuyo escudo de armas aparece por todo el Principado en multitud de edificios y en algunos concejos. Actualmente sólo queda la Torre de Los Valdés, en San Cucao de Llanera, con múltiples reformas realizadas en los siglos XIX y principios del XX;  también  la Torre de los Valdés Salas, reconstruída en los años 50 del siglo XX, después de su derrumbe tras unas fuertes lluvias, como ya se comentó en la fotografía que inicia este post, y por supuesto, la Universitatis Ovetensis, antigua Facultad de Derecho, mandada construir por el Arzobispo Fernando de Valdés Salas, inquisidor de Sevilla, hace 400 años . Pero incluso la Torre de San Cucao no fue la única edificación que hubo en el lugar, pues consta una edificación anterior, realizada probablemente por Gómez Pérez de Valdés durante el reinado de Alfonso IX, destruída posteriormente por mandato de Alfonso X (tras la sublevación de su hijo Sancho) junto con otras fortalezas asturianas. Del tal Gómez Pérez de Valdés comenta D. Joseph Manuel Trelles Villademoros, autor de la obra ASTURIAS ILUSTRADA. Primitivo origen de la nobleza de España (...) en su tomo III (1760) :
"Gómez Pérez de Valdés, señor de efta cafa, y Torres de San Cucado, el qual fe halló en la famofa batalla de las Navas el año 1212: en la Hiftoria  general, y en otras llaman a efte Cavallero Gomez Perez el Afturiano, y efte fué, el que defafió á Gutierre Fernandez, Señor de la Cafa de Miranda, cuyo Cartel de defafio hemos citado repetidas veces, y fe halló original entre los Papeles de el Arzobifpo Don Fernando Valdés (...)"
 
    Gómez Pérez de Valdés, casado con su parienta Gontroda Suárez de Valdés, tuvo por hijo y sucesor a Fernán álvarez de Valdés, caballero del rey Alfonso X y participante en la Reconquista de Sevilla en los años 1247 y 1253. Fernán se casó con la hija de Osor Álvarez, perteneciente al linaje de los Álvarez de las Asturias, y murió en 1286 dejando como sucesor a su hijo Melén Suárez de Valdés, que fue caballero del rey Alfonso XI  y poseyó diferentes castillos y lugares en Encomienda por la Iglesia de Oviedo.
 Melén se casó con Dña Urraca Álvarez de Aguilar (hija de los señores de los castillos de Aguilar y Orbaneja) y habitaron en la Torre de San Cucao. Tuvieron dos hijos: Garci González de Valdés (el primogénito, que heredó las posesiones de San Cucao y murió sin descendencia en el Cerco de Gibraltar, al servicio de Alfonso XI, como consta en el epitafio de su tumba en San Vicente de Oviedo: "Aquí yace Garci González de Valdés, que finó en El Real de Gibraltar") y Fernando Álvarez de Valdés, que heredó las posesiones familiares tras la muerte de su hermano mayor.
 Fue Fernando Álvarez de Valdés un poderoso caballero en Asturias a juzgar por su testamento, en el cual deja a su hijo Martín Fernández de Valdés las posesiones de San Cucao y otras, en Asturias, así como en León y Valencia de Don Juan, que sirvió al rey Alfonso XI. Martín se casó con María de Oviedo (hija del Adelantado y Merino Mayor de Asturias, Diego González de Oviedo) y tuvieron dos hijos: Diego Meléndez de Valdés y Juan Meléndez de Valdés (también conocido como Juan Martín).
 Diego Meléndez/Menéndez de Valdés, apodado "el valiente", heredó como primogénito la Torre de San Cucao y las demás posesiones de la familia, constituyéndose como nuevo señor de la Torre de San Cucao. Partidario ferviente de la causa de Pedro I contra su hermanastro Enrique de Trastámara, se negó a acoger a Enrique en su casa de San Cucao, cuando éste se refugió en Asturias para preparar la ofensiva contra D. Pedro (algunas crónicas así lo dicen) y advirtió a su señor de la insurrección que preparaban muchos nobles de Asturias y la Iglesia de Oviedo contra él. Pedro I de Castilla se desplazó a Asturias en 1352 para aplastar la rebelión contra su persona y se alojó en la Torre de San Cucao.
   Tras la muerte de Pedro, y ya coronado Enrique II como rey de Castilla, éste no olvidó el rencor que sentía hacia los partidarios de Pedro I y envió a Asturias a Pedro Ruiz Sarmiento, Adelantado Mayor de Galicia, para tomar venganza: la Torre de San Cucao fue derruída y se confiscaron los bienes de Diego Meléndez de Valdés, que huyó y se refugió en el convento de San Vicente de Oviedo, con ayuda del abad, vistiendo el hábito benedictino. Posteriormente, parece ser que D. Diego Meléndez de Valdés se trasladó a Jerusalén y después a Chipre, cuyo rey Jacobo (probablemente Jacobo I de Lusignan, hijo de Hugo IV) estaba en guerra con Génova, sirviendo con valentía a la causa del rey Jacobo, cosa que el monarca premió otorgándole el título de conde.
  A su regreso a España, D. Diego exibió  el título de conde con la sorpresa e incredulidad de la población, teniendo en cuenta que tal título no existía en España, y la enemistad con el rey de Castilla, Enrique II, que fue el primer rey que otorgó tal título. Posteriormente, el rey Enrique II organizó unas justas o torneos contra caballeros franceses (Enrique II era aficionado a estos eventos) en Valladolid: los caballeros españoles en lid fueron derrotados hasta la aparición de D. Diego, que los venció a todos con el rostro cubierto por la celada y, ante la demanda del rey entusiasmado por la victoria, que pidió su presencia al caballero, D. Diego se descubrió ante el rey siendo reconocido por éste. Enrique II, que era persona agradecida y generosa, devolvió el patrimonio a D. Diego Meléndez Valdés y le permitió reconstruir las Torres de San Cucao a "un tiro de mosquete (o ballesta, según otros textos). La actual Torre de San Cucao fue reconstruída después de su segunda demolición.
   No cabe duda que la guerra civil desencadenada por Enrique de Tratámara mermó el ascenso político y militar de la familia Valdés en Asturias, pero ello no impidió que en sucesivas centurias figurase como un linaje distinguido. Así, el 4 de noviembre de 1465, el rey Enrique IV escribe un autógrafo a D. Fernando de Valdés, señor de las Torres de San Cucao, para que se oponga a las donaciones que su antecesor D. Enrique había hecho al Conde de Acuña y otros, impidiéndoles tomar posesión. Asimismo, en 1480, el rey D. Fernando escribe un autógrafo a D. Diego de Valdés, abad de Cenero, para que colabore con el Corregidor D. Rodrigo Torres.
   En 1552 se funda el Mayorazgo de la casa de los Valdés de San Cucao, "con todas sus pertenencias y señoríos".


Los Valdés Salas.


Escudo de Valdés Salas.
Quizás el miembro más destacado de esta rama del linaje de los Valdés, Los Valdés de Salas, sea D. Fernando de Valdés Llano y Salas (Salas, 1483-Madrid, 1568), hijo de D. Juan Fernández de Valdés y Dña Mencía Llano de Valdés. Por aquel tiempo la familia de Valdés de Salas pasaba por un momento de quiebra económica y Fernando fue enviado a estudiar a Salamanca, al colegio de San Bartolomé. Decantado por la carrera eclesiástica, pronto ocupó sus primeros cargos: Rector del citado colegio, Dean de Oviedo, Obispo de Elna y de Orense, Obispo de Oviedo (nombrado el 6 de octubre de 1532), Obispo de León y posteriormente de Sigüenza y, a propuesta de Carlos I, ocupó en 1546 el cargo de Arzobispo de Sevilla, siendo nombrado al año siguiente Inquisidor General. De él comenta D. Joseph Manuel Trelles Villademoros:
"Fué muy zelofo de confervar la purefa de la Fé Católica en Efpaña; y afsi, prefidiendo el tribunal de la Inquificion, defcubrió los errores, que Aguftin Cazalla, y otros sectarios empezaban á fembrar, por lo que hizo quemar á Cazalla, á Herrezuelo, y á otros muchos de fus fequaces el año de 1559."
  O como reza la inscripcción de su tumba en Salas:
«severo perseguidor de la herética pravaedad, y de la cathólica fe vigilantísimo defensor, docto, exemplar, clemente y liberal».
 Pero no todo fue oscuro en la vida del Arzobispo: de su propio bolsillo fundó La Universidad de Oviedo (1568) y el Colegio de San Gregorio (para estudiantes pobres);


Universidad de Oviedo (hoy sede del rectorado) con la estatua del fundador.


El escudo de la Universidad de Oviedo con el escudo de los Valdés, en una de sus puertas.

el colegio de las Huérfanas recoletas y, en Salamanca, el Colegio de San Pelayo (ya desaparecido). También costeó la reparación de la torre de la Catedral de Sevilla.
 Murió en Madrid en 1568 y sus restos reposan en la Colegiata de Salas (que él mandó construir) junto con los de sus padres.

Mausoleo del arzobispo Fernando de Valdés Salas, esculpido en alabastro por el artista Pompeo Leoni.
  El germen de la familia Valdés, en la Torre de San Cucao, se mantuvo en una discreta posición económica y social, con abundancia y privilegios, durante los siglos restantes constituyendo una nobleza rural hasta el inicio del siglo XX. El 14 de noviembre de 1896, en Posada de Llanera y ante el Ilustre notario, licenciado en derecho civil y canónico, miembro del Ilustre Colegio de Notarios de Oviedo, D. Enrique Rodríguez y Sampedro, se redacta el testamento de Dña Concepción Valdés y Valdés Busto ( de 76 años, hija de D. Francisco Valdés Busto y de Dña. Josefa Valdés y Llaneza), propietaria de la Torre de San Cucao, Casada en primeras nupcias con D. Antonio Mier y González, natural de la parroquia rural de Columbiello, en el concejo de Lena, y propietario de la casona de Mier en dicho pueblo.

Casa de Mier, Columbiel.lo, Lena. en Vega del Ciego #69850
"ADELANTE EL  DE MIER, POR MÁS VALER" linaje de Peñamellera  Alta con asentamiento en el Concejo de Lena.
Escudo de armas de los Mier.
En el testamento de Dña. Concepción se cita a su hija Dña. Escolástica, casada con D. Felipe María Gallego; a D. Matias, casado con Dña. Irene Corzo, ausente de España y en paradero desconocido; y a Dña Enriqueta Mier Valdés, casada con D. Nicasio Magadán, todos convivientes con la testadora en la Torre de San Cucao. Asimismo se citan los bienes patrimoniales de Dña Concepción: La Torre de San Cucao y otras posesiones en el barrio de Guyame, parroquia de San Cucao de Llanera, posesiones en Oviedo, Gozón y Carreño (en estos dos últimos  concejos se citan "doce o catorce fanegas de pan de escanda), así como bienes muebles, ropas y semovientes pertenecientes a su posesión de la Torre de San Cucao. A su hija Enriqueta le cede las posesiones de San Cucao y las de Oviedo no pertenecientes a la Torre, por considerar a esta hija más necesitada (tenía seis hijos, cinco varones y una hija).
 Tras la muerte de Dña Concepción, Dña Enriqueta, su marido y sus hijos se convierten en los nuevos moradores de la Torre de Valdés y se agravan los problemas económicos que ya padecía la familia. D. Nicasio se desplaza a Madrid para atender asuntos legales y nunca jamás regresaría ni se conocería su paradero. Posteriormente, ahogada la familia por las deudas, se vende la Torre de San Cucao y nunca volvió a ser propiedad de la familia Valdés.

LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO.

   La Junta General probablemente tenga sus orígenes en el año 1378 aunque no quedaría constituida formalmente hasta 1444. Desde su constitución formal hasta 1835 sería el órgano supremo de representación de los intereses de Asturias frente a la Corona y el organismo principal de gobierno y administración de la región.
 Por el año de 1378 D. Alfonso Enriquez, hijo bastardo de Enrique II de Trastámara y heredero del Señorío de Noreña, trató de cobrar un impuesto a las tierras de Asturias (las propias, las de realengo y las dependientes de la Iglesia Ovetense), despertando la ira de todos los afectados (a los españoles nunca nos gustó que nos "rasquen el bolsillo"). La reacción no se hizo esperar y quizás por primera vez se unieron los distintos estamentos de la sociedad de la época, tradicionalmente enfrentados entre sí: En Oviedo se reunieron representantes de todos los concejos, la nobleza y la Iglesia para luchar contra su enemigo común.
 En 1388 Juan I de Trastámara (hijo legítimo de Enrique II) firma una serie de tratados con el Duque de Lancaster (Juan de Gante), hermano del rey de Inglaterra, en los que se pone fin al enfrentamiento entre ambas dinastías. El Duque de Lancaster estaba casado con Constanza, hija de Pedro I, y reclamaba el Trono de Castilla. Juan I, entre otros tratados, firma la conversión de todo el territorio de Asturias en propiedad del heredero de la corona de Castilla: Había nacido con éllo el PRINCIPADO DE ASTURIAS y la Junta General pasaría a ser LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO.
 Con todo, Juan I pretendía una jugada maestra : evitar que la Iglesia Ovetense se constituyera en Señorío Eclesiástico  como Santiago de Compostela, castigar a su hermanastro Alfonso Enriquez y evitar nuevas rebeliones en territorio asturiano. Este último propósito no lo logró, pues una vez casado su hijo Enrique III (1390-1406) con Catalina de Lancaster y haber sido nombrado Principe de Asturias y rey de Castilla, estalla una nueva revolución en Asturias promovida por Alfonso Enriquez y una nueva guerra civil que duraría un año (1384-1395). Enrique III encarga a Pedro Suárez de Quiñones que aplaste la sublevación y la cosa termina con la demolición de la única plaza fuerte que le quedaba a D. Alfonso (Gijón) y el destierro de todos los insurrectos.
 Como premio, Suárez de Quiñones recibiría del rey múltiples donaciones y privilegios y sus descendientes ejercerían durante el siglo XV la representación del poder real en Asturias y heredarían un poderoso señorío astur-leonés: El Señorío de los Condes de Luna.

   Después de la Monarquía asturiana, trasladada posteriormente la Corte a León por García I, hijo de Alfonso III "El Magno", Asturias viviría una edad media convulsa y violenta, plena de rebeliones nobiliarias y luchas por la posesión de la Corona de Castilla entre algunos de los miembros de la realeza. La sangre vertida en sus tierras sirvió para la creación de una nueva dinastía, Los trastámara, que reinaría hasta los Reyes Católicos, y una nobleza que con mayor o menor fortuna se mantuvo durante los siglos siguientes dando un perfil histórico a esta tierra y a toda España.