jueves, 24 de noviembre de 2011

VERDAD Y VIDA.


 Verdades existen muchas, cada persona tiene su verdad y cada religión y sistema político también, pero la verdad y la mentira son caras de una misma moneda. Todo es relativo en este mundo y también mutable, pero nosotros queremos ceñirnos a un axioma que nos permita calibrar el terreno que pisamos por pura seguridad. Filosofía y ciencia, poesía y razón, son las caras difusas de una geometría mental que se mezclan y confunden en nuestras cabezas para dar sentido a nuestras vidas, impuestas, que deberemos afrontar con mayor o menor valentía y fortuna.
             
                   Porque fable la verdad
con este que fablar quiero
en estilo no grosero,
non agro ni lisongero,
nin de gran prolixidad;
 e non sea mi fablar
desonesto,
 enojoso, nin molesto
de escuchar.
(Don Gómez, tío de Jorge Manrique)

 La ciencia es el método racional de la verdad porque se sirve de la prueba y no de la fe: toda hipótesis debe ser probada para constituir una verdad científica irrefutable. Pero incluso la ciencia comete sus errores, que durante mucho tiempo asumimos como verdad, hasta que rectifica y nos presenta otra realidad del mundo y de las cosas con nuevos retos y más preguntas; con más seguridad en lo pasado pero menos seguridad en lo presente.
                    
Entre bien y mal, doblado
pasa un gran río caudal;
yo estó en cabo del mal.
Galardón, que era la puente,
es ya quebrada por medio;
¿qué me daréis por remedio,
qu´el nadar no lo consiente
la fuerça de la cresciente?.
(Jorge Manrique)
 
 Lo único cierto que tenemos las personas y todos los seres vivos es el final de nuestras vidas, y a través de ellas nos movemos en distintas coordenadas del espacio y el tiempo con el mismo resultado final: La muerte.
  Esa muerte que llegará tarde o temprano y constituye el objeto formal y material de algunas profesiones, con sus correspondientes cotas de riesgo, que se asumen con resignación y que estimulan otros sentidos vitales, más constructivos y estéticos: el Arte, la Poesía, la Literatura; la Mitología como arcaismo del pensamiento mágico-religioso, que tratando de buscar explicaciones a los fenómenos vitales, sienta los pilares de la Cultura Humana.

Por ásperos caminos he llegado

a parte que de miedo no me muevo;

y si a mudarme a dar un paso pruebo,

y allí por los cabellos soy tornado.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado

busco de mi vivir consejo nuevo;

y conozco el mejor y el peor apruebo,

o por costumbre mala o por mi hado.

Por otra parte, el breve tiempo mío,

y el errado proceso de mis años,

en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,

la cierta muerte, fin de tantos daños,

me hacen descuidar de mi remedio.
(Garcilaso de la Vega: soneto VI)


  Vida, amor, guerra y muerte son los puntos cardinales de todas las épocas y todos habrán de recibir un tratamiento diferente en matices, pero idéntico en esencia, según las culturas y los tiempos históricos. De la barbarie de la era oscura, tras la caída del Imperio Romano, en la cual la vida consistía en retrasar la muerte lo más posible (sobrevivir a la vida y ser liberado por la muerte oscura e incierta), se pasa a la Edad Media, con una  muerte que se convierte en personaje con entidad propia (cosa que ya había ocurrido en la Mitología Griega, con Tánatos, secuestrada por Sísifo cuando aquella iba en misión justiciera contra éste, por mandato de los dioses olímpicos), que iguala a pobres y ricos en el trance de dejar este mundo, pero horripila con su visión horrenda de sus consecuencias en la materia, liberando el alma de las ataduras mundanas: De Contemptu Mundi, de Inocencio III prédica de la enemistad del mundo con el alma y proclama de  la muerte como la puerta a la verdadera vida.
 Poesía y armas, amor y muerte, son las características mas apreciadas por mí de esa época que comienza en el S. XIII y habría de continuar hasta, yo creo, nuestros días. Poetas y escritores soldados, nos dan testimonio de su vida y sus sentimientos y enriquecen nuestras vidas en la percepción de una realidad sufrida, que desayuna con la muerte día a día sin por ello mudar sus sentimientos; riesgo asumido y sensación de existencia breve que genera los mejores sentimientos de amor erótico y fraterno, de camaradería generosa a la que le seduce  la vida con la asunción del final,  viviendo el presente con la intensidad y la fatalidad asumida del último día

Un rato se levanta mi esperanza:

mas, cansada de haberse levantado,

torna a caer, que deja, mal mi grado,

libre el lugar a la desconfianza.

¿Quién sufrirá tan áspera mudanza

del bien al mal? ¡Oh corazón cansado!

Esfuerza en la miseria de tu estado;

que tras fortuna suele haber bonanza.

Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos

romper un monte, que otro no rompiera,

de mil inconvenientes muy espeso.

Muerte, prisión no pueden, ni embarazos,

quitarme de ir a veros, como quiera,

desnudo espirtu o hombre en carne y hueso 
 (Garcilaso de la Vega. IV soneto) 

Todos los poetas y escritores de esa época a los que he leído ( escritores, poetas y soldados), me han comunicado un mensaje de  vida muy positivo que aún está vigente a pesar de la distancia en el tiempo, pero presente en el espacio geográfico que compartimos y en el idioma, sustrato del pensamiento; en el sentimiento básico que deja de ser instinto para convertirse en creación: instinto atávico de supervivencia elevado a la categoría de sublimación, con la experiencia de las armas pero con el enriquecimiento de una vida que juega con la muerte cercana. La vida intensa vigilada por la muerte certera e impredecible.
 Amor, poesía y guerra, constantes en la vida de un gran poeta como Jorge Manrique (Siempre amar y amor seguir) que dedica gran parte de su obra al sentimiento amoroso:



Con dolorido cuidado,
desgrado, pena y dolor,
parto yo, triste amador,
de amores desamparado;
de amores, que no de amor.
 Que constituye el ideal masculino de aquella época caballeresca, breve pero precisamente definido por su tío, Don Gómez:

En las armas virtuoso;
en la corte buen galante;
a los amigos, gracioso;
a los contrarios, dañoso;
de virtudes abundante.

 
Jorge Manrique se casó con Dña Guimar de Castañeda, hermana de su segunda madrastra, y en algunos de sus poemas introduce el nombre de su esposa y sus linajes (Castañeda, Ayala, Silva y Meneses) a modo de acróstico (véanse los poemas 15 y 16 de su poesía amorosa).








¡Guay d´aquel que nunca atiende
galardón por su servir!
¡Guay de quien jamás entiende
guarescer ya ni morir!
¡Guay de quien ha de sufrir
grandes males sin gemido!
¡Guay de quien ha perdido
gran parte de su vivir!
(poema 16 de la poesía amorosa)

 Al leer esta primera parte del poema 16 seguramente nos chocará la interjección ¡Guay! , que nada tiene que ver con la actual ¡Guay del Paraguay!: es una interjección de la época resultante de Vae (interjección latina ¡Ay! o ¡Ah!; vae victis! ¡Ay de los vencidos!, por ejemplo) y su combinación con la interjección germánica Wai. ¡Qué goce para nuestros retoños comprobar la unión de las expresiones actuales con la Edad Media!
 Jorge Manrique fue hijo de D. Rodrigo Manrique y su primera esposa, Dña Mencía de Figueroa, siendo el cuarto hijo de la pareja cuyo padre descendía del linaje de los Lara, que derivó en los Manrique por descendencia de un pariente de la rama troncal del citado linaje. También su linaje paterno estaba entroncado con los Trastámara (su abuela era nieta de Enrique II)  y, por parte materna, con los Mendoza y con el primer marqués de Santillana, D. Íñigo López de Mendoza. De su padre habría de heredar la gallardía como guerrero y el gusto por las letras, y esta unión daría como fruto una de las grandes aportaciones de la literatura medieval a la cultura de España y del mundo. El sentimiento de la pérdida de un ser querido y, por extensión, de un personaje ilustre, inspira a Jorge Manrique a componer su obra magna: LAS COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE, DON RODRIGO MANRIQUE. Unas coplas que amalgaman el sentimiento bien expresado de un hijo que pierde a un padre que es referente en muchas cosas; una colección de tópicos sobre la muerte muy bien tratados por un soldado y poeta que sabe escribir y morir, porque su profesión es la muerte, añadiendo un ingrediente hasta el momento desconocido: La Copla Manrriqueña, aportación similar a la de otro soldado y poeta, Garcilaso de la Vega, con su Soneto y verso endecasílabo.

(I)
 Recuerde el alma dormida,         
avive el seso e despierte,
contemplando
cómo se passa la vida;
cómo se viene la muerte

tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,             10
cualquiere tiempo passado
fue mejor.

(II)

Pues si vemos lo presente,
cómo en un punto s´es ido
e acabado, 
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.
Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
por tal manera.
(III)
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu´es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos. (...)

  Un soldado culto como Jorge Manrique Podría haber seguido la tracición grandilocuente y cargada de retórica propia del S.XV, con el uso de versos de arte mayor y, más concretamente dodecasílabos. Sin embargo y, probablemente por la austera vida del militar, D. Jorge elige, en prácticamente toda su obra poética, el octosílabo y las estrofas menores, mas cercanas a la tradición popular, que impregnan sus COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE de una melancolía serena e íntima, carente de toda afectación superflua que desvirtuaría la verdadera intención de duelo por la muerte de D. Rodrigo Manrique. El poeta Pedro Salinas habría de decir, acerca de Las Coplas: "Aportó Manrique una rara originalidad".

(XXV)
Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso,
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
e valiente;
sus hechos grandes e claros
non cumple que los alabe,
pues los vieron;
ni los quiero hazer claros,
pues qu´el mundo todo sabe
cuáles fueron.
(XXVI)
Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
e parientes!
¡Qué enemigo d´enemigos!
¡Qué maestro d´esforçados
e valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benino a los sujetos!
¡A los bravos e dañosos,
qué león!

  La métrica, sencilla y original de estas coplas, consiste en sextillas dobles sucedidas por octosílabos y un tetrasílabo (o pie quebrado), que se transforma en pentasílabo en algunas ocasiones.
 Pero nuestro gran poeta-soldado-héroe también tenía su punto de humor (amor, poesía y guerra como constantes de su vida) que queda reflejado en su POEÍA BURLESCA.

A UNA PRIMA SUYA QUE LE ESTORBABA
UNOS AMORES

Cuando el bien templar concierta
al buen tañer y conviene,
tanto daña y desconcierta
la prima falsa que tiene;
pues no aprovecha templalla,
ni por ello mejor suena,
por no estar en esta pena,
muy mejor será quebralla
que pensar hazella buena.
 D. Jorge hace un juego de palabras con la prima (relación de parentesco) y la prima (la primera cuerda y más aguda de un instrumento musical).

 En 1479 (se dice) fue herido de muerte mientras defendía la fortaleza de Garcimuñoz, en Cuenca, y sus restos reposan en el Monasterio de Uclés.

Fortaleza de Garcimuñoz (Cuenca)


Verdad, vida, muerte, amor y lucha como constantes de nuestra existencia trufada de mentiras inocentes o dañinas, de dudas e inseguridades a través de nuestro camino recorrido y por recorrer; guerra interna contra nosotros mismos inmersa en la lucha global de unos contra otros, en la caída mortal y dolorosa de ir perdiendo la referencia de nosotros mismos y de nuestros seres queridos. Vida íntima que retoma la soledad puntual de un momento para meditar y sentirte vivo, aunque amenace la muerte. Pensamiento íntimo compartido o sugerido con matices, sin temor al crecimiento de nuestra nariz de Pinocho.













Monasterio de Uclés.











Verdad, vida, sentimiento y muerte.


 PD: léanse el post activando el video de Juan Del Encina o, si lo prefieren, este otro:


 La sensación de alegría y vitalidad de un paseo por el campo nos hace sentirnos más vivos, mientras acompañamos al camarada errante.