domingo, 28 de marzo de 2010

UN DÍA CUALQUIERA.


Amanece. Un nuevo día comienza con la habitual rutina en perspectiva, tediosa, lenta, predecible y madrugadora.  Miras por la ventana y ves a Aurora tiñendo de rojo el cielo, las nubes, todo, con el espectáculo colorista que despliega cuando hace su entrada triunfal.
 Va transcurriendo el día con su cadencia habitual mientras nosotros somos ajenos a lo que ocurre fuera de nuestras "cuevas". Avanza más y más y suena la sirena de la liberación.
 Salimos de la caverna y notamos el cambio que la naturaleza ha experimentado: Ya no existe la aurora, se ha transformado en bruma que envuelve y difumina todo lo que vemos, que nos acaricia con sutil mano de agua y nos asfixia lentamente como niebla que es, calándonos hasta los huesos como emisaria de Tánatos.
  Mañana será otro día y podría lucir el sol.

LA TRAGEDIA DE MINOS Y PASÍFAE.


   Felices ambos monarcas en el palacio de Knossos, la venganza de Poseidón por no haber sacrificado al toro blanco en su honor se hizo realidad. El dios marino indujo una pasión enfermiza en Pasífae y esta se enamoro del animal hasta el punto del bestialismo, engendrando en esa unión a un ser monstruoso, con el cuerpo de hombre y la cabeza de toro, conocido y temido con el nombre de Minotauro. El Minotauro de Creta no era más abominable por su apariencia  como por su voracidad y gustos alimenticios, pues era antropófago y exigía carne humana para su manutención, y amedrentó a los cretenses durante años y también a los atenienses, que debian pagar un tributo doloroso y terrible.
  Androgeo, el hijo de Minos, murió de manera trágica (una tradición atribuye su muerte al enfrentamiento con el toro indomable de Creta- el regalo de Poseidón a sus padres-que Heracles capturó y liberó en Maratón, cumpliendo con su séptima tarea, y que
androgeo intentó matar. Y otra tradición atribuye la muerte del príncipe a la envidia de los nobles atenienses, que le lincharon por haber vencido en la mayoría de las pruebas de una olimpiada celebrada en Atenas). Fuere lo que fuere, lo único cierto es que Minos nunca pudo superar la muerte de su hijo y el rencor hacia Atenas. La poderosa flota naval de Creta fue enviada a castigar a los atenienses y les venció. Minos no arrasó la ciudad ni mató a sus habitantes, pero les impuso un tributo muy doloroso. El viejo Egeo, rey de Atenas, habría de derramar muchas lágrimas viendo zarpar al barco de velas negras, en señal de luto, hacia la isla de Creta.
  El rey Minos no se deshizo de su monstruoso hijastro, no parece que se separara de Pasífae por su infidelidad tan peculiar, aunque algunas versiones afirman que la repudió y esta se vengó de él mediante un conjuro, ayudada por su hermana Circe y su tía Medea, ambas magas, para llevar la muerte a las futuras amantes de su marido. Muerto Androgeo, aún viven Ariadna y Fedra (no confundir con Fedro, el joven discípulo de Sócrates que escribió una defensa para el juicio de este en el Areópago, y Sócrates rechazó por no confiar en los jueces) ,que tendran un papel importante en esta historia.
   Ante la amenaza constante de el Minotauro para la población cretense, Minos tuvo que tomar una decisión de futuro sobre el monstruo, para que este no siguiera sembrando el terror y la muerte por toda la isla. A la rocosa Creta había llegado para instalarse un prestigioso artesano,  inventor, arquitecto y muchas cosas más, con su hijo, tras ser juzgado en el Areópago y desterrado de Atenas, su ciudad de origen, por un delito de asesinato en la persona de su sobrino. El rey estaba contento de tener en su territorio a tan ilustre y admirado personaje y decidió encargarle las obras de todos los palacios de su imperio, especialmente el de Knossos, que seria su morada y la carcel del Minotauro en forma de laberinto prácticamente irresoluble, Malía y Festos.
  Dédalo (hijo del rey tirano de Atenas, Erecteo, y de Ifínos) abandono Atenas, con su hijo Ícaro, después del destierro por haber asesinado a su sobrino, Talos, empujándole desde lo más alto de la acrópilis de Atenas por la envidia y el temor que sentía por este, porque Talos fue discípulo aventajado de su tío y podría hacerle sombra. La desgracia también se cebaría con Dédalo en Creta cuando fue la Celestina de los amores de Pasífae, tallando una vaca de madera, hueca, que sirvió de Tálamo a la reina y al toro blanco para consumar su pasión y procrear al Minotauro. Enterado Minos de este suceso, montó en cólera y encarceló a Dedalo y a su hijo (no sé si muerte o cadena perpétua) con lo cual volvió a trabajar el genio de Dédalo: Con  la ayuda de su hijo fabricó unas alas que habrían de pegar con cera a sus hombros para escapar volando de la isla. Dédalo le dio instrucciones a su hijo para que no se aproximara al sol en su vuelo, pués los potentes rayos de Helios fundirían la cera y despagarían las alas, pero el joven Ícaro, emocionado con la experiencia de volar, se olvidó del consejo de su padre y llegó tan alto que los rayos solares fundieron la cera y desprendieron las alas de sus hombros, cayendo al vacío. Ícaro murió en el mar que baña la isla de Creta y desde ese suceso recibe el nombre de "mar de Icario".