sábado, 8 de marzo de 2014

MALDITISMO, LOCURA Y POESÍA.


Leopoldo María Panero (fotografía tomada de EL PAÍS).


   Se ha muerto Panero hijo, el novísimo poeta maldito de una saga de poetas que llevan el mismo apellido, que arrastró la locura hasta la profesionalización de ese "malestar" que consiste en la "perversión" del pensamiento en el contenido pero no en la forma, con la ayuda de una biografía y de las múltiples drogas que consumió. Quizás "entre dos aguas", como la famosa composición de nuestro Paco de Lucía, muy recientemente fallecido con un año más que Leopoldo; por una familia bien, de padre falangista y poeta famoso, y la aspiración de un joven Leopoldo que asumió el espíritu de una generación nueva, trató de romper con el contumaz pasado de una guerra que no vivimos y se salió de madre (nunca mejor dicho) para caer en un nuevo nihilismo, en una espiral de autodestrucción: Ya se sentía más protegido en los servicios de psiquiatría que en su libre albedrío; ya consiguió ese suicidio anunciado durante toda una existencia de transgresión y rebeldía contra si mismo y, quizás, lo que le atenazaba del contexto familiar.
  Panero, nuestro Panero disártrico y deconstruído como la tortilla española del Bulli, fue incluído por Castellet en su "Nueve novísimos poetas españoles y huésped durante la mayor parte de su vida adulta de diferentes instituciones psiquiátricas"
 No he leído mucho a Panero ni a su padre porque he tenido mi "panero" particular, fallecido a la misma edad que Leopoldo, poco antes. Llamémosle Pe.
  Pe cayó en la esquizofrenia siendo muy joven y pasó muchas etapas de su vida en el manicomio de La Cadellada de Oviedo, con salidas a la realidad que le hicieron conocido en la ciudad que habito, más por su cultura literaria y buen hacer como articulista aficionado en periódicos y revistas locales, que por su comprensible afán de gozar del encanto de una mujer, sin llegar a la violencia de género ni a la violación. Él mismo relataría la cruel broma de que fue objeto en su casi adolescencia, cuando se le propuso un encuentro amoroso con una chica en un piso, que resultó ser un bujarrón. Pe nunca cayó en las drogas ni en el alcohol, sólo fumaba un purito mientras tomaba el café en un local de su barrio, que es el mío. Un intento de suicidio le mantuvo ingresado varios meses en el Servicio de Traumatología del hospital comarcal pero salió incólume de su encuentro con el asfalto, de su encuentro brutal con la dura realidad. Siguió escribiendo, aunque menos, hasta llegar al punto de pasear los libros de su biblioteca, regalándolos o vendiéndolos en almoneda. Pe me regaló algunos libros y también le compré uno: todos estaban centrados en el tema psiquiátrico, cosa que le obsesionaba hasta el punto de ir a visitar el edificio de La Cadellada, ahora en reformas por la construcción del nuevo Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), como le obsesionaba la idea de Dios. Descansa en paz, amigo loco, porque la muerte, supongo, es la curación total de todos los males, físicos, mentales y anímicos; porque en la Mansión de Hades todas las almas están idas, menos las lúcidas, como la del sabio tebano Tiresias.

(carta al padre)

Solos tú y yo, e irremediablemente
unidos por la muerte: torturados aún por
fantasmas que dejamos con torpeza
arañarnos el cuerpo y luchar por los despojos
del sudario, pero ambos muertos, y seguros
de nuestra muerte; dejando al espectro proseguir en vano
con el turbio negocio de los datos: mudo,
el cuerpo, ese impostor en el retrato, y los dos siguiendo
ese otro juego del alma que ya a nada responde,
que lucha con su sombra en el espejo-solos,
caídos frente a él y viendo
detrás del cristal la vida como lluvia, tras del cristal asombrados
por los demás, por aquellos Vous etes combien? que nos sobreviven
y dicen conocernos, y nos llaman
por nuestro nombre grotesco, ¡ah el sórdido, el
viscoso templo de lo humano!
Y sin embargo
solos los dos, y unidos por el frío
que apenas roza brillante envoltura
solos los dos en esta pausa
eterna del tiempo que nada sabe ni quiere, pero dura
como la piedra, solos los dos, y amándonos
sobre el lecho de la pausa, como se aman
los muertos
«amó», dijiste, autorizado por la muerte
porque sabías de ti como de una tercera persona
bebió dijiste, porque Dios estaba (Pound dixit)
en tu vaso de whiski
amo bebió, dijiste, pero ahora espera
¿espera? y en efecto la resurrección
desde un cristal inválido te avisa
que con armas nuestra muerte florece
para ti que sólo
sabías de la muerte. Aquí
¿debajo o por encima?
de esta piedra
tú que doraste la sobrenatural dureza y el
dolor sobrenatural de los edificios desnudos
¿en qué perspectiva
—dime— acoger la muerte?
en la mesa de disección
tú que danzaste
enloquecido en la plaza desierta
tropezando
hiriéndote las manos en el trapecio del silencio
en pie contra las hojas muertas que
se adherían a tu cuerpo, y contra la hiedra que tapaba
obsesivamente tu boca hinchada de borracho,
danzas, danzaste
sin espacio, caído, pero
no quiero errar en la mitología
de ese nombre del padre que a todos nos falta,
porque somos tan sólo hermanos de una invasión de lo imposible
y tus pasos repiten el eco de los míos en un largo
corredor donde
retrocedo infatigable, sin
jamás moverme
¡ah los hermanos, los hermanos invisibles que florecen,
en el Terror! ¡Ah los hermanos, los hermanos que se defienden
inútilmente de la luz del mundo con las manos,
que se guardan del mundo por el Miedo, y cultivan en la sombra
de su huerto nefasto la amenaza de lo eterno, en
el ruin mundo de los vivos! ¡Ah los hermanos,
Y el ave,
el ave que vuela sobre el mundo en llamas, diciendo solo
a los mortales que se agitan debajo, diciendo
solo: ABISMO, ABISMO!
Abismo, sí, tibia guarida
de nuestro amor de hermanos, padre.
¡Pero tan solos!
¡Tan solos! Fantasmas que hace visible la hiedra
—como hiedramerlín como niñadecabezacortada como
mujermurciélago la niña que ya es árbol—
crecen hojas
en la foto, y un florecer te arranca
de los labios caníbales de nuestra madre Muerte, madre
de nuestro rezo
florecen los muertos florecen
unidos acaso por el sudor helado
muerto de muchas cabezas hambrientas de los vivos
te esperamos ave, ave nacida
de la cabeza que explotó al crepúsculo
ave dibujada en la piedra y llena
de lo posible de la dulzura, de su sabor
ajeno que es más que la vida, de su crueldad
que es más que la vida
¡ira
de la piedra, ira que a la realidad insulta,
que apalea
a la cabaña torpe de la mentira con verbos
que no son, resplandecen, ira
suprema de lo mudo!
(te esperamos
en la delgada orilla de lo que cae, en el prado
nocturno que atraviesan lentos
los elefantes
percibís el frío
la
conspiración de las algas,
gelatina, escamas, mano
que sobresale de la tumba
manos que surgen de la tierra como tallos
surcos arados por la muerte,
cabezas de ahorcados que echan flor:
decapitados que dialogan
a la luz decreciente de las velas,
¡oh quién nos traerá la rima
la música, el sonido que rompa la campana
de la asfixia, y el cristal borroso
de lo posible, la música del beso!
De ese beso, final, padre, en que desaparezcan
de un soplo nuestras sombras, para
asidos de ese metro imposible y feroz, quedarnos
a salvo de los hombres para siempre,
solos yo y tú, mi amada,
aquí, bajo esta piedra.

 Un autor difícil de entender, sórdido y lúcido en su expresión, que desgarra sus sentimientos más íntimos y personales en una vivencia, quizás distorsionada por su creciente alienación, familiar y personal. Cristal borroso o caverna de Platón, que contempla la vida en el negativo de las sombras chinescas; no sé nada, como Sócrates, y no pretendo ser maestro de Platón.

«Fifteen men on the Dead Man's Chest.
Yahoo! And a bottle of rum!»

Canción pirata

Fumo mucho. Demasiado.
Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
y oigo pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces
de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre,
y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre,
sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé.
Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan.
Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio
y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo
y que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos,
este delirio en Veracruz, y que este
país es cierto este lugar parecido al Infierno,
que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno
es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo que estar borracho es no estarlo
toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte,
es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión
ni otro espasmo que este del vino
y ningún otro sexo ni mujer
que el vaso de alcohol besándome los labios
que este vaso de alcohol que llevo en el
cerebro, en los pies, en la sangre.
Que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
—ginebra y cerveza, por ejemplo—
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido
pero lo mío es como en «Dulce pájaro de juventud»
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre «Le livre des masques» de Rémy de Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio.
Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros
y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y
acechando en las esquinas
«Fifteen men on the Dead Man's Chest
Fifteen men on the Dead Man's Chest
Yahoo! And a bottle of rum!»

  El poema comienza y termina con la canción pirata de la magnífica novela de Robert Louis Stevenson "LA ISLA DEL TESORO", que cantaba el viejo pirata, a las órdenes del Capitán Flint, al llegar a la POSADA DEL ALMIRANTE BENBOW (famoso almirante inglés -1653-1702- que murió tras perder una pierna en el motín llevado a cabo por sus oficiales):

  "Quince hombres sobre el baúl del muerto...

   ¡Yujujú, y una botella de ron!

Belcebú y la bebida acabaron con su vida...

  ¡Yujujú, y una botella de ron!

 Y pertenece a "la canción del croupier del Mississipi"
 
  Nuestro poeta acabó recibiendo "la Marca negra" de la vida, que no del enviado de Flint, en su reclusión psiquiátrica de Mallorca.
 
 Descansen en paz nuestros "locos" Panero y Pe, como el contrapunto necesario para los "cuerdos" que no podemos traspasar la barrera de la cordura pero estamos cade vez más locos, en una locura blanca y transparente social y políticamente correcta.