martes, 15 de julio de 2014

LUCUBRACIONES DE UN CICLADOR RÁPIDO.



     He pensado gran parte de mi vida que soy ciclotímico, ciclador rápido, que paso de la acción a la inacción en menos que canta un gallo, que estoy eufórico y pronto me desplomo como la roca que cae del acantilado, hasta el punto de no hacer nada, ni siquiera un desastre, o simplemente, espuma en el mar. Soy como la luz de un faro, que ilumina y ensombrece su vida sin apagar nunca la linterna; con sus ópticas rotando sin cesar.



     Juego de luces y sombras que dan sentido a una vida, también plena de penumbras, y con el sentido y el sentimiento cambiante sin seguir un patrón establecido como el faro. Un vivir y estar en un ser que está en una realidad tan irreal como la realidad misma, como la sensación hipoestésica del no sentir.
 Sentir el juego de vivir, de acariciar la existencia con guante de látex fino o con manopla dura, de participar en el festín o ser un mero espectador desde la barrera; de tocar a mano descubierta el fuego que te habrá de quemar o no...


     Descubrir que el agua fluye entre la roca y la vegetación conquista la osamenta de la Tierra, como una piel que cubre su rugosidad y su aspereza, como el tapiz del inmenso sillón en que nos sentamos para contemplar su belleza; la hermosura mineral de la propia Tierra, que nos regala la perfección geométrica de sus cristales y el aparente caos del manto terroso que nos sujeta.
  Deslumbrado por la luz del faro, entre el acantilado y la tierra firme, una vieja tortuga me recomendó el oráculo de un sabio cormorán que conocía la veleidad del pensamiento en todas sus facetas, que conocía la duda del volar alto o, simplemente, extender las alas para secarlas después de una inmersión en el mar.
 
  Decidí escucharle tras pedir audiencia por la vía que me indicó la tortuga: la paciencia.


      Surgió de las aguas mediterráneas majestuoso, con su capa de plumas extendida, con su pico arrogante, aconsejándome que visitara al cactus que crecía cerca del lugar, en un camino de tierra.
 ¿Qué camino? le pregunté.

 Guíate por el olor del cabrahígo, me respondió.
 Efectivamente, un intenso olor me condujo al camino, que seguí palmo a palmo hasta encontrar el cactus.


   Nunca imaginé el hecho de tener que hablar con una planta, con un vegetal inmóvil e inexpresivo pero,después de contemplarlo durante unos minutos, se me iluminó la mente y corté un pequeño trocito. Inmediatamente al corte, brotó un látex blanquísimo y denso y decidí extenderlo por la piel de mi cara, abrasada por el sol. Solamente sentí una frescura pegajosa pero, al cabo de pocos minutos, comenzaron a llorar mis ojos, la lengua me picaba y la nariz era una cascada de secreciones imposible de contener. No estaba asustado pero sí molesto, muy molesto y desconcertado mientras pensaba qué le haría al cormorán en esos momentos críticos; ni siquiera olía el aroma intenso del cabrahígo y apenas podía ver el camino de retorno. El sonido del mar me orientó hacia mi destino y la frescura de su brisa calmó el ardor de mis mucosas.
 Esperaba un fenómeno psicodélico, pero no sucedió. Seguía inmerso en la misma realidad de siempre, con el pensamiento lógico activado y con la visión,nublada por las lágrimas de irritación, tan cotidiana, tan manida; decepcionado por mi fracaso, incómodo por la venganza del cactus...
  Unas dos horas pasaron hasta la normalidad de mi piel, preguntándome el sentido que podría tener aquella experiencia hasta que caí rendido por el sueño en la cama. Al día siguiente volví a ver el mar con claridad, a oler el aroma salobre de su proximidad mezclado con el dulzor del cabrahígo, mientras escuchaba la música del viento de levante al estrellarse en las ramas de los árboles, agitando sus hojas. Debería volver a ver al cormorán para que me diera una explicación.
 Después del desayuno me fui a la playa con intención de encontrarme al pajarraco: estaba allí, pescando, flotando tranquilo sobre las cristalinas aguas.
   No sabía cómo llamar su atención, pues no soy cazador y no llevaba reclamo alguno; simplemente le miraba tratando de hacerme presente de manera discreta. El pajarraco ( era él, sin lugar a dudas), ajeno a mi presencia, retozaba en el agua como cualquier miembro de su especie animal y no demostraba ninguna inteligencia especial, ninguna sabiduría fuera de lo normal en los cormoranes. Me regalé en la contemplación de sus rituales de vida. Es evidente que la comunicación estaba rota, que solamente debía esperar la observación de un pájaro más, sin esperar más prodigios.
 Me sentí solo, muy solo y desorientado, y ni siquiera me apetecía recorrer caminos feraces en compañía del viento de levante, ni sumergir mi cuerpo en las aguas cristalinas y cálidas del mar que se me ofrecía. Miré la mata de hibisco, hermosamente impúdica tras abrir su sombrilla al alba, que tenía frente a mis ojos mientras meditaba, y decidí tornar a la civilización.
   La ciudad me recibió con más bullicio del habitual: estaba en fiestas y los jóvenes se movían de un lado al otro como locos: Gaudeamus igitur...
 Calles angostas y antiguas atestadas de gentes, me acomodo en una terraza relativamente tranquila para tomar una cerveza, mientras contemplo el pórtico de la humilde catedral con símbolos judéo-masónicos (me importan una higa los símbolos de cualquier ideología), y miro el río de hermosura que fluye ante mis ojos.
El de la cerveza no soy yo: miren al frente ¡AR!
   Voy pasando de "avoir le cafard" a estar más animado, con la duda existencial de la experiencia pasada, con la vivencia de la luz del faro y todo lo demás, mientras me siento perdido entre la tierra y el mar; el cielo puede esperar y, después de la traición del cormorán, no pretendo convertirme en Ícaro. La tarde pasa tranquilamente divertida entre el bullicio de una fiesta.

  Regreso a mi morada, entre pensamientos agradables y rumores de naturaleza, con un sano cansancio tras haberme "ganado el día", pero sigo pensando en no sé qué, en un run run que me da vueltas en la cabeza y no me deja pensar con claridad, como un virus informático que te desmaña el disco duro de tu cerebro ¿existe algún antivirus para el cerebro? no debería existir y afortunadamente ¡No existe!
   
Soy yo, con mi "cafard" y mi cerveza, contemplando el mundo.
   No he vuelto a contactar con el cormorán ni con la tortuga; tampoco he querido hacerlo ni lo haré mientras viva, mientras la "cucaracha" no me abandone y deje de fastidiar mi existencia. Me remito al mundo mineral mientras contemplo, de lejos, la belleza de vivir en esta maraña de mundos y existencias tan bipolares, tan conflictivas, que se agotan por el simple hecho de vivir: la experiencia más maravillosa, la única.

 Después de pensar lo dicho me fui, retorné a la descarnada tierra que cede su soberanía al mar

 y me arrastré por las rocas conquistadas por las sabinas, y vi la curvatura de la Tierra: una curva sutil y hermosa que uno no debe pretender abarcar.
   Anoche soñé con el cormorán y no sé si esta experiencia habrá sido un hermoso sueño, como el de Alicia, como el de Ícaro.

4 comentarios:

  1. QUÉ GRATO, QUERIDO JANO, EL VOLVER A LEERTE. Y PERDONA EL RETRASO EN MI COMENTARIO, PERO MI ESTANCIA EN ESA HERMOSA BABILONIA QUE ES LA CORTE ME HA ALEJADO DE ESTOS MUNDOS BLOGOSFÉRICOS.
    HE LEÍDO CON GRAN INTERÉS, SUSPENSE DIRÍA, TU MISTERIOSO RELATO, TAN EVOCADOR Y LLENOS DE IMÁGENES Y METÁFORAS, Y CON UNA PROSA MAGNÍFICA QUE TAMBIÉN PARTICIPA DE ESE MISTERIO, MAS ADEREZADO CON CIERTA VOLUPTUOSIDAD MEDITERRÁNEA. TODO ESTÁ TRANSIDO DE UN SUTIL VELO ONÍRICO, COMO SI HUBIERAS ESCRITO UN SUEÑO TENIDO A ORILLAS DEL MAR, EN ESE BEATÍFICO MOMENTO DE LA SIESTA EN EL QUE NOS INVADE UN INVENCIBLE SOPOR AYUDADO POR EL VINO GENEROSO INGERIDO GENEROSAMENTE.
    ME HAN GUSTADO ESPECIALMENTE LA METÁFORA DEL FARO PARA DESCRIBIR TU CARÁCTER, TAL VEZ PORQUE PUEDE HACERLA MÍA, ASÍ COMO EL AIRE DE FÁBULA ORIENTAL DE TU "AVENTURA" CON EL CORMORÁN Y EL CACTUS. PERO DEBO CONFESAR QUE MI POBRE INTELIGENCIA NO HA CONSEGUIDO ATRAVESAR EL VELO CITADO Y SOSPECHO QUE ALGUNAS COSAS SE ME HAS ESCAPADO. ESPERO QUE NUEVAS LETRAS DISIPEN UN TANTO CIERTAS PENUMBRAS.
    DEBO DECIR QUE MIENTRAS LEÍA Y CONTEMPLABA LAS ESTAMPAS QUE ACOMPAÑAN AL TEXTO, A LA PAR QUE SENTÍA ESE CIERTO RONRONEO EN LA SESERA QUE APARECE CUANDO SE DISFRUTA DE LA LECTURA, PENSABA QUE LO ESCRITO ES FRUTO DE UN ALMA SUBLIME ALEJADA DE LA VULGARIDAD IMPERANTE Y QUE CHOCA CON ESA MISMA REALIDAD, AUNQUE NO LE QUEDE MÁS REMEDIO QUE ADAPTARSE A ELLA. POR ESO, Y DADO QUE LA ISLA DEL MIRLO BLANCO ES EL REFUGIO DE ESTE TIPO DE ALMAS, Y VIENDO QUE ANDAS EN TAN BUENAS RELACIONES CON LAS MUSAS, ME ATREVO A SUGERIR QUE NOS ENVÍES ALGÚN ESCRITO CON QUE EMBELLECER LA ÍNSULA. DE HECHO, PODRÍAMOS ESTRENAR EL FARO CON TUS SUGERENTES LETRAS. NOS HONRARÍA TU PRESENCIA, AUNQUE OCIOSO ES DECIR QUE NO PRETENDEMOS SER MOLESTOS NI PESADOS AL HACERLA..
    RECIBE UN FUERTE ABRAZO, AMIGO JANO. ESPERO QUE TUS VACACIONES ESTÉN SIENDO TAN DELEITOSAS COMO EL FRUTO DE TU PLUMA PARECE INDICAR. Y TE RUEGO QUE TE BEBAS UNA BUENA CERVEZA A MI SALUD MIENTRAS EJERCES DE "RUBIAFILO" EN ALGUNA AGRADABLE TERRAZA. SI PUEDEN SER DOS, MEJOR...
    HASTA PRONTO.

    M...

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    1. Querido Misántropo: no le des más vueltas, solamente es un ejercicio de redacción de una persona que necesita escribir y contar las experiencias vívidas, por vividas, de una vacación, con la familia, tranquila, y que nunca pretende ser plana, sin sentido ni sentimiento. Evidentemente está basada en hechos reales, como demuestran las fotografías aportadas al texto, y lo del cactus es real. Pero las experiencias vitales, creo, hay que contarlas con imaginativa vehemencia para que atrapen al lector y eso, además, nos permite dejar una interpretación surgida del alma, que refuerza aún más la experiencia vivida, aunque el resultado no sea grato para el lector. Es un reinventar la vida con otra óptica, la del faro.
      No te descubro nada nuevo con lo dicho a un escritor que reinventó la novela por entregas en su CAVERNA; tómate tu tiempo y sigue con el plan trazado, que me encanta. Regálanos tu prosa y tu poesía, ambas perfectas; un paradigma de la buena creación literaria que mezcla el presente con las "costuras" del pasado en una fuente de sabiduría y buen gusto.
      Nos vemos en nuestras casas y en la ISLA.

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  2. FELICES VACANCES AMIGO JANO. QUE TE DIVIERTAS Y RECARGUES BATERÍAS, EN TU GUAPINA TIERRA.
    UN ABRAZO.
    UN BRINDIS SIDRERO
    Y
    ¡¡RIAU RIAU!!

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    1. Querido OLD:
      Las vacaciones se han acabau, por ahora, y ¡¡¡RIAU RIAU hasta la próxima!!!
      Saludos.

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