domingo, 29 de enero de 2012

BEBER, VIVIR.


 Hace unos días recibí una llamada telefónica: unos antiguos compañeros de colegio que regresaban a su ciudad y región y querían verse las caras con sus viejos compañeros. Concertamos la cita en un restaurante de la ciudad, un chigre, en el que habíamos pasado muchos momentos de juventud y cenaríamos esa noche. Previamente, tomamos un par de copas en otros locales de nuestros años mozos para dirigirnos después a la cena. No voy a relatar el menú por ser irrelevante, pero sí debo decir que reímos y bebimos, saboreando la comida, y cantamos hasta lo permitido por las normas ¡Que momento mágico aquel encuentro!
 Éramos los mismos de siempre con las vidas y los cuerpos cambiados: casados con y sin hijos, con hipoteca y sin hipoteca, con trabajo estable o sin él, con colesterol sobrante o hipertensión, o sin problemas de salud, pero distintos en la forma y en la mentalidad; más mayores y más maduros.
 Nos corrimos una juerga tranquila, regada por buenas copas y mejor comida, sin perder el espírutu de la camaradería larvada desde hacía años, muchos años, porque no había muerto.
  Al día siguiente yo estaba hecho unos zorros; pero mereció la pena "el sacrificio" por los viejos amigos y los viejos tiempos. Les juro por Tutais (que es más de mis tiempos) que no rompimos papeleras ni mobiliario urbano alguno: aún sabemos divertirnos estando un poco "tocados".


 Qué os contaré que no sepáis por alguna experiencia similar...
 Lo cierto es que vivir, beber y transgredir forma parte de la propia norma de la vida, porque la vida es una constante rebeldía, y la misma transgresión (en su justa medida), es el ingrediente necesario para sentirte vivo, solo o en compañía.


 Pues eso: de vez en cuando hay que bailar la danza del culito (en Asturias el culín de sidra, perfectamente compatible con el chupito o chupazo) para ser un poco transgresor ¡Qué coño!
 Pero eso sí: sin molestar y sin romper nada.

6 comentarios:

  1. Esos regresos al pasado a través de cenas de antiguos compañeros de aula, suelen ser muy entrañables y una vía segura para transportarnos a aquella edad dorada donde todo tenía el aroma que tienen las páginas de un libro nuevo.
    Me alegro de que te divirtieras de lo lindo, Jano, de vez en cuando esas salidas cena-copas-baile vienen requetebién (aunque al día siguiente tengan efectos secundarios ;-) )

    En cuanto a divertirse rompiendo el mobiliario urbano o dejando zonas completamente arrasadas por botellas, cristales y suciedad... es otra cuestión que las nuevas generaciones conocen bien, y es un mal asunto difícil de solucionar.

    Lo dicho, que te quiten lo bailado.
    Un beso, Jano.

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  2. No soy yo demasiado dado a las fiestas y de hecho, a las dos copas ya estoy en estado morfeíco porfundo, pero si veo muy patético que haya quien se de la gran jeurga quemándo una parte de su salud y del mobiliario que pagamos entre todos.

    No es raro el día que no te encuentres la serie de veinte coches con retrovisores cascados, contenedores ardiendo o corriendo por mitad de la calle o incluso a algún niñato fumado y alcoholizado al borde del cómo etílico sin camiseta durmiéndola en un portal a tres grados de temperatura en pleno invierno.

    Insconcientes de diverso pelaje que no saben saborear la tranquilidad de un encunetro amistoso y relajado.

    Un saludazo.

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  3. Te entiendo perfectamente.
    Mi marido volvió a reunirse con sus antiguos compañeros del equipo de rugby y regresó a casa bastante "perjudicado".
    Semanas más tarde, cena con antiguos camaradas de la BRIPAC y más de lo mismo.

    Yo, como no bebo, cuando salgo con mis amigas del colegio y la universidad a cenar, no salgo de mi botella de agua mineral , mis "reencuentros" -aunque nostálgicos-, no pasan al siguiente escalón de la exaltación de la amistad por vía etílica.

    Besos.

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  4. ¡Caramba...! no penséis que ando de juerga en juerga hasta acabar como el de la fotografía! De hecho, hace años que no salía de noche y más años que no salgo de comilona; por eso (por ser una circunstancia especial en el hecho de salir y de la compañía)he que rido contarlo. Tampoco bebimos tanto porque ya está uno desentrenado; sólo hasta la desinhibición sana, que no te anula el sentido crítico de tus actos, con la experiencia adquirida en la juventud.
    Las mujeres, Natalia, sois más austeras en ese tema y tu "santo" es como los demás: un mocetón sano que una noche tropieza con el "puto mueble de la entrada" porque hubo de cumplir con un rito ancestral: el rito de la amistad regada con un poco de exceso, y quiso cumplir. A la mañana siguiente, los morros de la "santísima" se tornan en sonrisa seguida por la pregunta retórica, que es afirmación: ¡Lo habéis pasado bien! ¿verdad?...
    Todo se arregla con una tacita de caldo o de consomé (con tropezones, porfa...) para que la vida cotidiana se recupere sin el menor esfuerzo.
    Somos como niños glotones...

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  5. Esos encuentros con antiguos compañeros de fatigas, dan lugar a momentos mágicos. Cada uno ha tomado en la vida un camino diferente, unos con más aciertos que otros y con mejores resultados al menos, pero se disfruta contándonos unos a otros cómo nos ha tratado la vida. La amistad sincera da muchas satisfacciones.

    Un abrazo

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  6. !A sí! esos encuentros con los amigos buen recuerdo.
    Gracias Jano. Me encantaban,era muy divertido y sin hacer estropicios, tan solo en nuestros estómagos por la ingesta masiva de comida y bebida. pero es
    Te dejo un beso de compañero de cole
    Sor.Cecilia del cole

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